Existen registros en que documentan juguetes prehispánicos, de estas pequeñas figuras zoomorfas de cerámica dotadas de ruedas, muñequitos, sonajas, silbatos o incluso pelotas de hule. Si bien se cree que eran usados principalmente para fines religiosos, estos juguetes lograron trascender los límites del inframundo.
Según la investigación de Elena Vázquez y de los Santos, responsable del área de investigación de arte popular de la Dirección General de Culturas Populares –DGCP–, los juguetes prehispánicos acompañaban el sepulcro de un niño, en donde niños que iban al frente de la gente acompañaban al difunto silbando con el fin de espantar a los malos espíritus. Si bien no se descarta que los niños hayan utilizado este tipo de juguetes para divertirse, no existen los suficientes vestigios que comprueben esta hipótesis; salvo el caso de las muñecas pames, hechas con palma y cabellos de maíz, que continúan haciéndose en la región de la Sierra Gorda, estados de San Luis y Querétaro.
Junto con los juguetes, Vázquez y de los Santos, explica que también existía una gran variedad de juegos con orígenes rituales, como el de la pelota o el patolli, con destreza mental o con resistencia física. Inclusive algunos de esos juegos aún sobreviven en comunidades indígenas. El juego más antiguo que se actualmente se conoce es el de la pelota, el cual se cree que era una actividad importante ante la abundancia de los campos de juego que se encuentran en numerosas zonas arqueológicas.
Sin embargo existe un variado inventario de juegos de orígenes prehispánicos que se siguen practicando o conservando por tradición oral. Entre ellos está el juego de pelota purépecha de piedra, madera y trapo; la Rohueliami, una carrera exclusiva de mujeres tarahumaras que recorren entre cuatro y ocho kilómetros arrojando un aro con una vara; el Patolli, que se practica en zonas de Milpa Alta y en Morelos, consistiendo en un tablero con varias casillas para hacer avanzar las piezas de acuerdo con el puntaje marcado por semillas.
Tras la Conquista española, algunos juguetes novohispanos fueron introduciéndose en las culturas indígenas; tales como las matracas de madera y las sonajas que hacían sonar el sábado de Gloria o los muñecos con figuras de Judas que se quemaban en Semana Santa. También, con el paso del tiempo, el sincretismo cultural dio vida a juguetes de trastos de porcelana por figurillas de barro que los artesanos hacían. De hecho, en los mercados de la Nueva España, se podían encontrar piezas de cocina de barro o madera, papel de china para papalotes, soldados de barro o plomo, caballos de madera, muñecas europeas de porcelana; y con el tiempo, se fueron desarrollando juguetes como el trompo, la pirinola, las canicas, los yoyos, los baleros, etcétera.
Sin duda, los juguetes tradicionales mexicanos cuentan con una bella mezcla de lo prehispánico y lo novohispano, lo cual provee una nostalgia por tiempos de inocencia, ilusión y esperanza.
*Imágenes: 1) fandelacultura.mx; 2) Imagui