Los conca’ac –o seris– son los nómadas del desierto mexicano, quienes han recorrido las arenas y los mares más inhóspitos del país; han sobrevivido sequías, masacres e inclusive exilios por parte de los miembros de su misma raza. Son supervivientes.
Gracias a su estrecha y empática relación con la naturaleza, los conca’ac han convertido al desierto en su cobijo; a las plantas endémicas de la sequedad en alimentos y provisiones medicinales; a la privación de minerales en fuente de vida.
Si bien gran parte de esta población ha optado por una práctica sedentaria, las costumbres y tradiciones continúan realizándose a través de los tiempos. Como por ejemplo, realizar collares de conchas, caracoles y semillas, figuras de animales en palo fierro y piedra, canastas y paseos en lanchas. Estas actividades conllevan a un sentido de identidad, una necesidad de supervivencia para celebrar que viven en un mundo hermoso.
Sin embargo hay otras actividades en que rendir homenaje a la vida y a la renovación representa la felicidad eterna; como lo es la festividad del Año Nuevo. Se trata de una especie de puerta, del 30 de junio al 1 de julio, en el que termina un ciclo y comienza otro lleno de abundancia y productividad.
De manera que, en Bahía de Kino, del 30 de junio al 1 de julio, el Consejo de Ancianos de la comunidad se encarga de que sus descendencias retornen a la tradición. La etnia se abastece de comida mientras se interpretan cantos relacionados con la naturaleza, danzas y música tradicional; se pintan los rostros y decoran las chozas con listones y ocotillo.
Hay un factor común entre los 900 integrantes de la etnia: la intensidad del orgullo por formar parte de esta supervivencia, persistencia, desafío ante la vida. Ellos se saben gente de la arena, y aún así han logrado entramar un complejo cultural, económico, político y social a lo largo de los años. Sin necesidad de establecerse en un sitio.
1)José del Río, 2) Nuvia Mayorga