De entre las culturas mesoamericanas prehispánicas, la maya es la que más ha destacado a nivel mundial. Sus insólitas estructuras arquitectónicas, aportaciones en la escritura, arte, matemáticas y astronomía, y conocimientos tanto en la agricultura como en el sistema calendárico, algunos destellos del misticismo maya han trascendido los límites del océano del tiempo; otros, no obstante, se han mantenido en secreto bajo las ruinas de Yucatán, Campeche, Tabasco, Quintana Roo y Chiapas –e incluso, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador–.
Si bien la conquista española eliminó gran parte de los registros históricos de la civilización maya, numerosas aldeas lograron mantenerse alejadas de la autoridad colonial, expandiendo en el aspecto temporal, sus historias, tradiciones y costumbres. Hasta la fecha, las comunidades rurales mayas han conservado estilos de vida que reflejan la ancestralidad de su praxis y cosmovisión; por ejemplo, las creencias, los idiomas y el calendario ritualístico de 260 días, continúa usándose principalmente en las tierras de Guatemala y Chiapas.
Algunas de las comunidades mayas continúan expandiendo las historias del dios, “único, vivo y verdadero que no tenía figura ni se podía representar por ser incorpóreo”, Hunab Ku, quien de él proceden todas las cosas. Éste dios, cuentan, era mayor que todos los otros dioses; estaba casado y su mujer, Ix Azal Voh, fue la inventora del tejer las telas de algodón que se visten; mientras que su hijo, Itzamná, fue el que inventó primero los caracteres que servían de letras a los indios. Se decía que cuando Hunab Ku, también llamado Yax Coc Ah Mut, creó al mundo, también hizo a los cuatro hermanos Bacab, a quienes colocó en las cuatro partes del mundo para sostener el cielo. No obstante, los Bacabes, blanco, amarillo, rojo y negro, escaparon cuando el mundo fue destruido por el diluvio y no sólo se convirtieron en los dioses de los vientos, también en los que llevaban la suerte de los muertos…
Para los mayas, la vida futura se dividía “en buena y mala, en penosa y llena de descanso”. Todo dependía de si la persona fue, en su vida terrenal, “viciosa o virtuosa” en su manera de vivir. En su libro de 1928 cuya última edición fue en 2014, Mitos y leyendas de los aztecas, incas, mayas y muiscas, Walter Krickeberg explica el porvenir de una “buena y mala persona” (una concepción distinta a la dualidad del cristianismo):
Los descansos que habían de alcanzar, si eran buenos, eran ir a un lugar muy deleitable donde ninguna cosa les diese pena, donde hubiese abundancia de comidas y bebidas de mucha dulzura y un árbol que allá llaman Yaxché, muy fresco y de gran sombra, el cual es un ceiba, debajo de cuyas ramas y sombras descansaban y holgaban siempre todos.
Las penas de la mala vida que habían de tener los malos [en el más allá], eran ir a un lugar más bajo que cualquier otro, al cual llaman Mitnal, que quiere decir infierno, y ser atormentados en él por los demonios por grandes necesidades de hambre y frío, por el cansancio, y por la tristeza. En este lugar había un demonio, príncipe de todos los otros, al cual obedecían todos; le llaman en su lengua Hun Ahau.
Estas vidas “malas y buenas”, parecen ser, no tienen fin, porque el alma no lo tiene. Por su lado, aquellos que cometían suicidio por “tristezas, trabajos o enfermedades” iban a esta gloria, donde decían les venía a llevar la diosa de la horca que llamaban Ixtab: “No tenían memoria de la resurrección de los cuerpos.”
*Imagen: 1)Cenote, una puerta al inframundo/Vivir es un deporte