Es imposible no pensar en umbrales hacía otros mundos –o inclusive inframundos– cuando miramos agujeros naturales de singular magnitud. Quizás, agujeros de gusano que transporten justo al otro lado de la tierra, en esa fantástica aspiración por visitar lugares inesperados. El Sótano de las golondrinas, como muchos le llaman, es uno de ellos, uno de los abismos naturales más grandes del planeta. No es sorpresa enterarnos que se encuentra en los confines selváticos de la Huasteca Potosina, hogar de innumerables atractivos orgánicos ideales para confrontar con la naturaleza.
El Sótano de las golondrinas mide 60 metros de diámetro y se desdobla a lo largo de 512 metros de profundidad (podría caber una torre Eiffel y sobraría espacio), y el descenso con arnés tarda entre 40 minutos y dos horas. Si lo tuyo no es la aventura más si la contemplación de espacios, en el pueblo de Aquismón encuentras miradores para apreciarle.
Pero la maravilla de este umbral no radica únicamente en el desafío o la observación de su estética poco común. Todas las mañanas (y en especial si el clima es templado) las aves que aquí se esconden comienzan a salir de la cueva en círculos concéntricos, creando a través de ecos y armonías un sonido totalmente único. El nombre de este gran subterráneo reza “golondrinas”, más sin embargo lo que habita en sus subterráneos son vencejos, una preciosa ave muy parecida a la golondrina pero más grande. También encuentras loros y cotorras, en sus idílicos tonos verdosos que parecen brillar en la profundidad, y algunos murciélagos. Recientemente algunos espeleólogos han confirmado la llegada de otras especies de aves, lo que hace aún más fascinante encontrarse en compañía de estas singulares especies.
Si lo tuyo es arrojarte al vacío, quizás sea más poético hacerlo en compañía del sonido de las aves.
Imágenes: 1, 3-6) mexicocarrental.mx; 4) Flickr Edgar García; 5) Flickr Alan Grosse