Más que una simple especia para sazonar, el chile es símbolo cultural de México, y con cierto sentido metafórico, también puede serlo genético, pues ha estado con nosotros desde tiempos inmemoriales.
Para Jozef Ibarr, el fotógrafo detrás de la serie Los enchilados, hay una fascinación del mexicano en torno al chile. Comerlo es como una metáfora del riesgo: el mexicano busca satisfacer, comiendo chile, una necesidad por la emoción fuerte, mediante el reto de ver cuánto se aguanta la enchilada.
Pero ¿de dónde nos viene ese extraño placer por el sufrimiento que produce el acto de comer chile? Esa necesidad que nos conduce a querer experimentar el picor (e incluso se nos haga agua a la boca al pensarle) tiene que ver con lo que algunos investigadores llaman reverso hedonista. Además, el chile ha estado presente desde hace siglos en nuestra cultura, pues está comprobado que esta colorida hortaliza fue cultivada desde el año 7000 al 2555 a. C. en las regiones que hoy corresponden a Puebla y Tamaulipas.
Para este peculiar alimento, en el México antiguo se tenían los términos en náhuatl de cococ, cocopatic y cocopalatic, mismos que ayudaban a definir la gran variedad de chiles según su picor, habiendo los picantes, los muy picantes y los picantísimos. Los hay tan picantes que, según consta en los códices Florentino y Mendocino, había chiles que se usaban militarmente a manera de granadas, valiéndose los guerreros del humo de los chiles secos arrojados al fuego para ahuyentar al enemigo.
Precisamente, para la serie fotográfica que aquí te mostramos, Jozef Ibarr se valió de un tipo de chile que los antiguos mexicanos seguro etiquetarían como cocopalatic: el famoso chile habanero, o capsicum chinense, cuyo pequeño tamaño y bella gama de colores anaranjados esconden una intensidad de picor que pocos aguantan.
Sin duda Ibarr logró captar, en toda su riqueza, lo que permanece como un misterio rodeado de distintas hipótesis: el porqué al mexicano le encanta enchilarse. Indiscutiblemente, el acto de enchilarse constituye un gran y mágico rasgo de nuestra identidad (que es posible ejemplificar en cientos de hilarantes muecas).
*Imágenes: Jozef Ibarr