Los corridos y las rancheras son parte, no cabe duda, de esos híbridos musicales que se fueron formando desde el encuentro de unas civilizaciones con otras. La más de las veces, es tan complejo el entramado de factores en estos tejidos culturales que es difícil encontrar exactamente cómo y dónde se originaron.
Sobre el corrido hay sendas hipótesis, muchas las cuales tendrán cada una un poco de verdad, y que juntas forman el tejido de este fascinante universo poético. Se cree, por ejemplo, que había un tipo de poesía narrativa náhuatl llamada itoloca que sería un antecedente del corrido. Esto probablemente se mezcló después con la tradición de la balada, misma que se encuentra en muchas culturas del mundo y que funge como transmisor de historias e ideas en todas ellas.
De esta forma, el surgimiento de las baladas mexicanas llamadas corridos, que quizás adoptaron un tanto de la tradición náhuatl y otro tanto de la balada romance española, puede ubicarse en la época de la revolución: momentos en los cuales transmitir noticias, historias e ideas era fundamental, y había además una necesidad por formar referentes heroicos para el imaginario colectivo. Y lo mismo sucede con las rancheras.
Pero si bien el papel de esta música —y más marcadamente el de los corridos— era el de difundir una ideología entre gente que no sabía leer ni escribir, hay otra cara de ésta música menos explorada: la de su inherente melancolía. Así, muchos corridos y rancheras van más allá de evocar historias de revoluciones o violencias, y cuentan más bien despedidas, desapegos, desamparos y desgarros sufridos por el cantor o cantora. Dejar al ser amado, a la familia o al terruño se convierte en la base de muchas de las composiciones que nutren éste universo melódico.
No sorprende por eso que, junto con el mariachi y otros géneros, los corridos y rancheras sean parte de los siete Patrimonios Culturales de la Humanidad declarados por la UNESCO en México.
Aquí te presentamos una selección con las melodías y poesías más melancólicas de estos géneros. Entre ellas constan, para empezar, canciones que versan sobre tener que abandonar el lugar amado:
Como ejemplo está el Corrido a Montemorelos, de autor desconocido, que dice:
Suelo querido, quiero volver a mirarte.
Quiero subir a tus lomas y entre aromas contemplarte
Que cuando lejos te siento
Me contento con cantarte
El clásico Camino de Guanajuato, escrita por José Alfredo Jiménez, evoca algo similar, con un contrastante toque de rencor hacia el lugar descrito:
Allá en mi León Guanajuato
La vida no vale nada
[…]
Camino de Guanajuato
No pases por Salamanca
Que allí me hiere el recuerdo
Esta canción fue escrita por José Alfredo tras la muerte de su hermano, de quien su recuerdo en Salamanca lo hería, como dice la canción:
https://www.youtube.com/watch?v=LEsxzjKBQvw
Interpretada por Jorge Negrete —quien también cantara Cielito lindo—, está la ranchera Adios pampa mía:
Pampa mía me voy
Me voy a tierras extrañas
Adios caminos que he recorrido
Y por supuesto, la finisecular tristeza de muchas de las canciones de los Tigres del Norte, que tienen el sello de quienes extrañan su patria. Como en la clásica La jaula de oro que dice:
Cuando me acuerdo hasta lloro
que aunque la jaula sea de oro
no deja de ser prisión
Rancheras y corridos de amor desgarrado hay muchos también, pero pocos con esa melodía melancólica que caracteriza a algunas composiciones.
Por ejemplo, la terrible incertidumbre de amor en la canción Tragos amargos, de Ramón Ayala:
Clavado en este rincón
Como tu clavastes a mi corazón
Estos tragos que tomo yo
Son pura tristeza y son mi dolor
https://www.youtube.com/watch?v=Z3dnyTrKYAg
Otra de heridas, escrita por Los Saylors, El golpe traidor:
Tu falso amor me dejó herido del corazón
Con tus ardientes caricias y tus besos brujos
Me hiciste soñar y me dejaste recuerdos
Que nunca en la vida los he de olvidar
https://www.youtube.com/watch?v=9sKbFmhc6BI
Y los lamentos sempiternos de Vicente Fernández, a quien le dicen "échate una", y se arranca cantando:
Este amor apasionado
Anda todo alborotado por volver.
Voy camino a la locura
y aunque todo me tortura
sé querer
Y en la potente voz de una mujer —cosa rara en estos géneros—, Flor Silvestre nos otorgó una de las canciones más melancólicas de esta lista, Cielo rojo:
Olvida lo pasado
Ya no te acuerdes
De aquel ayer
Otra maciza mujer, Lola Beltrán, interpreta Paloma negra:
Hay momentos en que quisiera mejor rajarme
Y arrancarme ya los clavos de mi penar
Pero mis ojos se mueren sin mirar tus ojos
Y mi cariño con el aurora te vuelve a esperar
https://www.youtube.com/watch?v=x_42b9Ye57c
Así se compone la melancolía mexicana, que como pocas en el mundo, inspira tristezas y ganas de pasarla en la cantina.
*Imágenes: 1) Flickr Gaizka Peñafiel; 2) DeviantArt Anyluz
*Referencias: Tradiciones: Los corridos, canción y poesía mexicana