La vaquita marina es una de las especies en peligro de extinción que más empatía ha generado en el mundo. Se trata del cetáceo (mamífero marino) más pequeño de todos; también se le conoce como el panda marino, por el hermoso ojo de algunos de su especie, cuyo contorno negro le confiere una apariencia entrañable. Es endémica de México, del Golfo de la Península de Baja California.
Se tiene registro de que en 1997 su población era de unos 657 individuos, pero para 2015 las alarmas fueron encendidas por ambientalistas y grupos como Greenpeace. Desde entonces, el gobierno mexicano se comprometió a salvarla, en gran parte combatiendo la pesca del pez totoaba (el cual es está altamente valuado en el mercado chino). Aún así, su población ha decrecido hasta 50% hasta hoy.
Para este año, la población de vaquitas marinas disminuyó a 30; la advertencia de activistas se activó, y enfatizó, cuando hace unas semanas Leonardo Di Caprio (cual embajador de la lucha ambiental que ha llevado a cabo por años), se entrevistó con el presidente Enrique Peña Nieto. La enorme reacción mediática de la visita del actor, desde luego, hizo que el gobierno se sientiera comprometido a salvar a la vaquita.
Según especialistas, el poquísimo número de ejemplares restantes orilla a tomar la medida más extrema: llevar los individuos a un ambiente más propicio para su vigilancia, con la esperanza, también, de conseguir reproducirlos. Para ello, el gobierno anunció que se emplearán delfines entrenados para rastrear a la vaquita y llevarla a un sitio más seguro.
Estos delfines forman parte del Programa de Mamíferos Marinos de la marina de Estados Unidos, y han sido entrenados para detectar minas y otros artefactos. Según el gobierno mexicano, los delfines ya han sido adiestrados para encontrar a las vaquitas, y serían los grandes salvadores de las mismas, ya que de ello depende el ubicarlas y llevarlas temporalmente a un sitio más seguro.