Aunque el querido Juan Rulfo solo publicó dos libros (una novela y un compendio de cuentos), ambos se convirtieron en dos clásicos de la literatura universal. El tono con el que nos narra la voz de sus personajes no es solo lúcido y envolvente, es también una muestra de cómo entendía la mexicanidad, el sentir de los habitantes del México olvidado…
Esta voz que quizá nadie como Rulfo supo entender y compartir, la encontró en el México profundo. De hecho el jalisciense dejó de escribir cuando muriera, como él mismo lo decía, su tío Celerino, un personaje que afirmaba realmente existió, y quien le contaba historias: con él viajó por México, pero no solo por el turístico, también por el de los habitantes que se jugaron la supervivencia de todos los días.
Y de esos viajes Rulfo nos legó un acervo de hasta 6,000 imágenes. Su trabajo como fotógrafo fue poco conocido: así como sabía describir y detectar la voz de la mentalidad y sentir mexicano, también supo mostrarla con su lente. Incluso entabló amistad con el legendario Cartier Bresson en su paso por México, por una afinidad visual en su obra.
Su actividad como fotógrafo inició en los años 30, habiendo ya publicado el Llano en Llamas y Pedro Páramo. En vida tuvo al menos dos exposiciones, una en Guadalajara y otra en Bellas Artes; viajó y viajó para fotografiar por cuenta propia o por encargo. Incluso llegó a trabajar para diversos cineastas, entre ellos Roberto Gavaldón.
Una buena muestra del poco conocido trabajo de Rulfo como fotógrafo la encontramos en el libro 100 Fotografías de Juan Rulfo, compilada por Andrew Dempsey y Daniele De Luigi. Esta obra nos muestra algo del legado visual de Rulfo, el cual con solo una pasada podemos intuir como un tesoro.
Por otro lado, la Fundación Juan Rulfo también comparte una selección de archivo, registro que nos muestra otro de los rostros sensibles de una persona tan sencilla como la esencia de los personajes que nos presentó en sus textos.
Imágenes: Libro, 100 fotografías de Juan Rulfo.