Diego Rivera es un nombre que retó las normas preestablecidas del arte mexicano, buscando revivir lo prehispánico en la contemporaneidad de su época. Gracias a ello, él renombró la mexicanidad a través de las galerías, museos y murales tanto en EE.UU. como en México, enalteciendo el concepto de que el arte es para el pueblo mexicano.
Con ideas de detracción social y comunista, el muralismo de Rivera constituyó uno de los principales influencias del arte y la cultura de México. A través de su colección de artefactos precolombinos, retratos panorámicos de la historia de México y su vida diaria, desde los inicios de la cultura Maya hasta la Revolución mexicana –incluso, en el presente postrevolucionario–, él expresó su compromiso hacia sus orígenes. Tanto así que Rivera usó las paredes de universidad y otros edificios públicos a lo largo del país y EE.UU., como la extensión de su cuerpo inmortal.
Se le ha considerado como un artista ejemplar comprometido a un bienestar social, a través de argumentos políticos, trabajadores, figuras revolucionarias como Emiliano Zapata y Lenin. Por ejemplo, en 1921, cuando la Revolución mexicana terminó, Rivera regresó a México para realizar su primera pintura mural en dónde las étnicas mexicanas tenían un papel dentro del contexto político de izquierda nacionalista. Desde entonces, él y artistas como José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo, decidieron usar sus pinceles vivos para atacar a la Iglesia, los clérigos y reforzar los ideales postrevolucionarias.
Entre los frescos más emblemáticos de Rivera fueron bajo la demanda de Porfirio Díaz –seis para colección personal y siete para el gobierno–, están la Epopeya del pueblo mexicano (1929-1935) en la escuela nacional de agricultura de Chapingo; así como Historia de Morelos, Conquista y Revolución (1927-1939), en donde denuncia los malos tratos y la explotación por parte de los hacendados hacia los peones o trabajadores en la industria moderna del azúcar.
Durante su vida, Rivera elaboró muchos bocetos, en distintos tamaños, como plantillas para trazar las imágenes en los muros. Una vez trazadas, sus ayudantes aplicaban capas de yeso, en donde Rivera comenzaba a pintar con agua antes de que el yeso se secara completamente. Con esta técnica de pintura, Rivera realizó muchísimas pinturas orgánicas al usar una amplia gama de colores de sus obras de arte.