El Tablero de los 96 glifos de Palenque es tal vez el mayor y más antiguo ejemplo que tenemos hoy los mexicanos sobre comunicación con imágenes y su simbología matemática compleja.
De la modernidad y hasta hace un par de décadas, las imágenes no eran tan indispensables para comunicarnos en el lenguaje escrito. Pero algo cambió, a la par que la tecnología se transformó en un ente indispensable de la redes neuronales del mundo: sus medios de comunicación. Hoy un .gif puede ser aún más simbólico que la palabra misma; y con cierta razón: le hemos imputado un sentido a las imágenes, especialmente a los gestos faciales, cuyo significado ha sido atribuido por las tendencias de la época.
El .gif es sólo un ejemplo de esa carga simbólica que se atribuye con frecuencia a ciertos objetos; imágenes que si bien no gozan de una sacralidad elemental como en la antigüedad, sí lo hacen de una especie de rito o culto a la expresión según el contexto, un lenguaje comunal y a su vez consensuado que es entendido por ciertos grupos. Un ejemplo asombroso es la escritura con glifos de los mayas, que se puede admirar en el Tablero de los 96 glifos de Palenque.
Labrado durante el Periodo Clásico tardío maya (764 dC), este muro es la muestra más antigua y genuina que se ha encontrado hasta hoy sobre jeroglíficos mayas. K’an Tun, fue su nombre real, cuyo significado acertadamente nos dice Piedra preciosa. En este tablero –de unos 137,5 x 58,5 cm– se desdoblan los primeros glifos ideados por la cultura y se registra la historia dinástica de Palenque; desde el año 783, período en que culminó el reinado del gobernante K’inich K’uk’ B’alam II –quién mandó a crear dicha tabla– y hacía atrás hasta llegar a su primer gobernante: K’inich K’uk’ B’alam II (Pacal el grande), relatando así la historia de sus antecesores mayas hasta el año 683.
Más allá de su relevancia dinámica, el Tablero de Palenque ha tenido gran importancia en el esclarecimiento de algunos de sus glifos gracias a su perfecto estado de conservación en que se le halló en 1935.
Cada uno de los jeroglíficos manifestados en este tablero nos muestran la inasible cosmovision del hombre maya, sus matemáticas y su lenguaje; por ejemplo, se pueden leer periodos y numerales por medio de figuras de animales mitológicos y divinidades (es el caso del número 9, que nos muestra al Dios Serpiente Chicchan, o del número 3, que además de personificar al mes Mac de su calendario, figura como el Dios de las Tempestades). Tomado en cuenta estos y otros datos sobre el complejo método matemático maya, conviene acentuar que esta pieza no es del todo legible, aún habiendo sido decodificada a nuestro “lenguaje” –en este link puedes leer detalladamente y por partes el tablero–, por lo que se puede evidenciar que se trata de un sistema lingüístico totalmente distinto al conocido.
El Tablero de los 96 glifos de Palenque es, como advertía el etnógrafo Eric S. Thompson, la muestra antigua más artística, intricada y poética sobre la “eternidad del tiempo”…o el “gran misterio maya del tiempo”. Y para el maya el tiempo era “masa y peso” entendido a través de una visión matemática, mientras que su palabra, un objeto cuya ciencia exacta estaba siempre detrás de su lenguaje–; sus palabras eran Sol, Luna, Venus y otras constelaciones; el zodíaco, serpientes, garrapatas, buitres, jaguar, búho, rana, plumas, peyote, nenúfar, pez, caracol, tortuga, ojos humanos, manos, miembros… el tiempo era una entidad tan tangible como cualquier otra.
Con este bello ejemplo del mundo maya, podemos adentrarnos a meditar un poco sobre lo que hoy significan las imágenes en nuestro lenguaje, sobre todo en esta época en que se ha retomado la imagen digital para comunicarse y de alguna manera trascender vivencias personales a través de ellas.
Fuente:
THOMPSON Eric J., La inscripción jeroglífica del tablero del Palacio, Palenque
WEINBERGER Eliot, Las reliquias de bronze de Brian Nissen