Entrevista con Pablo Montaño
En la mini serie El Tema, producida por La Corriente del Golfo, Yásnaya Aguilar y Gael García exploran la crisis climática y ponen cara, desde México, a este problema mundial.
La crisis climática es la madre de todas la luchas. Quizá, por primera vez, estamos frente un dilema que atraviesa todas las causas y a todas las personas, con los matices propios del sistema en el que vivimos (desigualdad, injusticia, etc.). No hay ningún rubro que quede exento, desde la violencia contra las mujeres hasta las esferas del entretenimiento como el fútbol. Pablo Montaño, guionista de El Tema, resuena con esta lógica y, desde ahí, se propone hacer mucho más que una serie: articular una movilización donde puedan encontrarse todas las agendas. Porque, a fin de cuentas, el calentamiento global es un tiro colectivo.
La falla de origen
El ser humano tiende a dividir, fragmentar, categorizar y generalizar. Esta metodología responde a un intento por tratar de platicarnos la realidad y, en ese sentido, cumple una función. Pero esta lógica tiene una falla de origen: cuando nuestro proceso de pensamiento responde a criterios jerárquicos, ciertas formas de existencia parecen importar más que otras. Asignamos valores a personas, espacios y animales que disocian entornos indisociables y, entonces, la ilusión de lo ajeno se vuelve oprimible, explotable, dispensable. Así, en este distanciamiento con la naturaleza, hemos dejado de reconocernos como parte de ella; la simbiosis pasa a segundo plano y el pulso biofílico se desvanece.
Lo ambiental y lo social están directamente vinculados, pero cuando hablamos del cambio climático solemos establecer narrativas que refuerzan la ruptura de este vínculo. "Claro que se trata del oso polar que se está muriendo, pero es sobretodo un asunto de justicia. Esta crisis está en medio de muchas desigualdades e injusticias que hay que denunciar porque, si no lo hacemos, solo replicamos las mismas dinámicas que nos han traído aquí", dice Pablo.
¿Y qué es eso que nos ha traído hasta aquí? Para Pablo –con temor a sonar como un marxista– es el capitalismo, porque se "requiere de la acumulación de capital por definición y eso no puede dejar de suceder sin extraer recursos". Se trata de un sistema que visto con algo de distancia e ironía parece un absurdo juego de Monopoly –que siempre acaba–, agrega. Lo que queda, entonces, es reimaginar un nuevo sistema. De nada sirve diseñar una transición energética si no parte de la justicia social, de nada sirve hacer una gran granja de energía solar a costa de la deforestación de las selvas, explica Pablo.
Culpas presentes, culpables ausentes
Para muchas personas la crisis climática –como un horizonte apocalíptico– es una fuente de angustia; no es casualidad que surjan movimientos como Fridays 4 Future o iniciativas como la de la Asamblea Ecologista Popular. Pero incluso para personas que no forman parte de ningún movimiento, cada día es más común tratar de separar la basura, apagar la luz, dejar de usar popotes o bolsas de plástico, aunque muchas veces estas acciones son impulsadas por una sensación de culpa que se ha sembrado de las formas más burdas. Hace algunos años, por ejemplo, se hizo bastante popular una página para calcular la huella de carbono personal. Esta iniciativa que, en principio parecía remitirnos a una suerte de responsabilidad básica, fue diseñada por BP, una de las empresas fósiles más grandes del mundo, platica Pablo.
"Dejémonos de partir la madre que si vegano, que si la hamburguesa de res, esto u otro", dice Pablo, mientras resalta que son cerca de 100 empresas las responsables de 70% de las emisiones de CO2 del mundo. "El problema no es que Pemex pueda hacer otra cosa. En términos matemáticos, la solución es que no haya Pemex, Shell, Exxon, etc. porque no hay nada que pueda hacer Exxon para dejar de ser lo que es", agrega.
Las pequeñas acciones que procuramos, aunque no resuelvan el problema de fondo, cumplen la función de dar sentido a nuestra existencia y son valiosas por eso. Pero si la discusión se trata de enfrentar la crisis climática, entonces el enfoque debería estar en otro lado. "Por años las petroleras lograron con lobbing desviar la conversación y quitarse el foco, a pesar de que ellas ya tenían estudios que confirmaban los efectos que iba a tener su industria", dice Pablo. Lo que toca es volver a poner a estas empresas sobre el escenario y re-dirigir la conversación: "nel, no merecen respeto. No tienen derechos humanos porque son empresas. No tienen porqué estar sobre la mesa participando para ver qué hacer, la solución es que se larguen", dice Pablo. Así de tajo. Quizá parezca una postura abrupta, para algunas personas, errática, pero –como recuerda Pablo– hay algo más grande que está en juego. "La confrontación es sana, porque lo que sigue es la violencia", que solo va seguir incrementado en la medida en la que no se resanen los problemas estructurales y se cultiven formas de relacionarse que partan del respeto que cualquier persona le debe a otra. "La banda está agotada, necesitamos decirle tranqui, no eres tú, son ellos. Claro que puedes hacer cosas, pero nos tenemos que ir contra ellos".
La historia también ha dejado pistas valiosas para pensar que la realidad que conocemos hoy, podría ser de otra forma. "En 1840 los esclavos eran lo más valioso que había, pero eventualmente cambió el discurso y el sistema económico dejó de depender de ese mercado", dice Pablo, reconociendo que aún quedan mucho más que secuelas de ese largo capítulo de la historia de la humanidad. "¿Cómo aprendemos de lo que sucedió con la esclavitud para entender que la forma en la que nos relacionamos con la naturaleza, la forma en la que la explotamos, es lo que nos está acabando?".
Un grado centígrado más
La crisis climática parece venir empaquetada con una etiqueta de caducidad con diferentes versiones: no pasar de los 1,5 grados centígrados o pensar, simplemente, que hay un número de años puntuales para resolver el problema. Si esta es la interpretación que tenemos sobre la crisis climática, parece que lo único que queda es diseñar un despedida poética, porque cualquier acción será simplemente simbólica. Pero aquí algo se nos escapa. Las meta narraciones sobre la crisis climática la han convertido en un producto definido que depende de una visión lineal del tiempo, y esta construcción nos deja mal parados. Porque si no se lograra respetar el Acuerdo de París –de no exceder los 1,5 grados– no podríamos imaginar nada después. Y como bien señala Pablo, "siempre va haber una grado más por el cual luchar".
Los grados centígrados también han sido víctimas de la comunicación; abstracciones que solo se hiperabstraen a la hora de difundirse. "No hemos logrado transmitir con claridad que el mundo un grado más caliente es radicalmente distinto a un mundo un grado más frío, y que la diferencia entre dos y cuatro es exponencial", dice Pablo. Cada fracción de grado cuenta; en ese nivel de sutileza palpitan las posibilidades de inundaciones masivas o la desertificación de la franja ecuatoriana. Por eso, "no se trata de si lo logramos o no lo logramos. Hay que terminar de frenar lo que nos tienen en esta crisis y quitarle la antorcha a los que están quemando todo".
Al fondo de esta lucha se encuentra un pulso vital: la dignidad y la esperanza. "Los pueblos indígenas no resisten porque esperen recuperar el esplendor del imperio maya, resisten por existir, para que no se pierdan sus saberes, conocimientos identidades. Con la crisis climática es lo mismo: no se trata de regresar a otro mundo, se trata de existir. Dejemos de pensar que nosotros somos el virus", dice Pablo desde un lugar de enunciación que no deja espacio para discursos ecofascistas.
El ineludible regreso a lo local
Si lo vemos con distancia, la ilusión de control que ha desarrollado el ser humano es casi tierna. Es cómica la forma en la que hemos desarrollado el concepto de inteligencia, legitimando nuestro lugar en la cadena animal, cuando ni siquiera logramos comprender la sofisticada tecnología de un helecho o la forma en la que un fungi puede diseñar estructuras complejas sin tener un cerebro. Sin embargo, construimos el mundo y nos proyectamos en él desde estas ficciones. Así, frente a la crisis climática, pensamos que en algún laboratorio de una prestigiada universidad, pronto, se encontrará una respuesta al dilema sin la necesidad de renunciar al sistema que nos ha dejado aquí donde estamos parados. Para Pablo, la creación de carnes en los laboratorios de Bill Gates es un ejemplo de eso. "Necesitamos reigamigar lo que estamos viendo ahorita desde otros sentidos, no solo a nivel conceptual. Todo lo que nos enseñaron en la escuela de que con la ciencia podemos hacer A, B o C, ya no se puede". En todo caso, la buena notica es que esta forma de tejer la realidad no es la única y México es muestra de ello.
"De entrada creo que hay assets muy importantes y están fincados en la diversidad cultural y las comunidades indígenas del país", dice Pablo; basta con mirar el trabajo que han hecho los zapatistas con la conservación de los bosques. "Es muy tentador pensar en balas de plata, en remedios mágicos. Pero lo cierto es que la respuesta está en lo local". En lugar de diseñar semillas hiper resistentes, habría que revalidar la milpa; lo que hace falta es usar herramientas que respondan a las necesidades locales y no homogenizar, eso también ha sido parte del problema, dice Pablo. “Lo que funciona en Yucatán, no necesariamente va a funcionar en Chihuahua”.
El Tema, lo político en la política
No es casualidad que la serie El Tema se haya estrenado en estas fechas. No es casualidad tampoco que se haya elegido separar los capítulos en agua, aire, carbón, energía, océanos y alimentación. Pablo, junto con todo el equipo, tenía en la mira a las elecciones del 6 de junio; el tema ambiental y de la crisis climática deberían formar parte de la opinión pública y, desde ahí, comprometer a las y los candidatos de todos los partidos.
Lo cierto es que la meta real tiene mucho más que ver con las elecciones 2024. "Lo que queremos es elevar el costo como han hecho las feministas, que fuerzan a que cada candidato se pronuncie frente al aborto, por dar un ejemplo". Si en estas elecciones Morena gana o pierde mayoría, para Pablo, no hay gran diferencia. "Quien sea que llegue al poder ahorita, no va a llegar con una política radical; eso no va a pasar hasta que la sociedad lo exija".
De alguna manera cada capítulo de El Tema, junto con las conversaciones que acompañan a algunos capítulos, está moviendo energía para incentivar un proceso de madurez y sensibilización ambiental en el país; para que la bandera climática sea autopoiesista, como hubiera dicho Humberto Maturana. "Quizá parezca que nos salimos del mapa de la discusión después de que termine la serie, pero en realidad lo que va estar pasando es que vamos a regresar al trabajo de campo, a empujar desde lo local, haciendo trabajo hormiga". Eso es lo que toca. Por más que se lograra que candidatos firmaran documentos antes de las elecciones, difícilmente cumplirían su palabra, explica Pablo. Pero si las localidades se organizan, rearticular a la política pública sería otra historia. "Una universidad podría empezar por reducir sus espacios de estacionamiento; ahí ya tendrían una acción concreta que estaría disminuyendo las emisiones de CO2. Si otras tres universidades de la zona hacen lo mismo y después, como un mismo frente, presionan al municipio, las cosas empiezan a cambiar", dice Pablo.
Sí, la crisis climática hoy es la madre de todas las luchas. Es un problema que por años se cocinó con los peores ingredientes pero que, paradójicamente, podría ser la mejor receta para re-conocernos y diseñar un mundo que dignifique la existencia. Solo apostar por eso, vale la pena.
No dejes de ver El Tema. Está disponible en Youtube.
Sobre Pablo Montaño
-Guionista de El Tema
-Politólogo, MSc Medio ambiente y Desarrollo Sustentable, papá de María y Lucio.
-Cambio climático y ecología política.
-Creador del Podcast 2050 el fin que no fue.
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