A diferencia de los sweaters, abrigos, chamarras y chales, el rebozo posee una carga cultural que impacta, cautiva, hipnotiza. La belleza de los colores y las figuras, la suavidad electrizante al contacto, el acogedor calor que transmite y la elegancia que brinda a su portador. Estas son sólo algunas de las esencias básicas que todo mexicano reconoce al ver un rebozo en cualquier tienda comercial o puesto de la calle.
El rebozo es un decoro que se usa tanto en los atuendos tradicionales como en los vestidos de gala, en los diferentes estratos sociales del país. Inclusive, quienes han visitado la hermosa ciudad de Oaxaca, han conocido los orígenes del rebozo. Acercarse a hablar con un proveedor del rebozo es conocer a su familia, hogar y años de experiencia en ese nicho de mercado. Es cautivante… hasta que se descubre el precio.
En consecuencia, el rebozo está cayendo en desuso; podría incluso decirse que está acercándose a una zona de peligro de extinción. ¿Es que vale la pena gastar un mínimo de 500 pesos mexicanos por un rebozo indígena?
Al ver un rebozo, normalmente no se observa el procedimiento y técnica, el costo de los materiales, el tiempo y energía invertidas, la manutención de toda la mano de obra. Ni la tradición textil emblemática que crea un puente sólido entre productores y consumidores, investigadores y promotores. En palabras de Marta Turok Wallace, coordinadora de investigación en la Escuela de Artesanías del INBAL, el rebozo es caro al poner en la balanza la suma de sus costos de producción, el valor de la mano de obra, la creatividad y las consideraciones estéticas que lo distinguen: "Toda artesanía, por sencilla o "humilde", y todo arte popular es costoso por definición, porque se tiene que comparar con la producción industrial y semi-industrial."
Existen importantes diferencias entre trabajo y precio, los tejidos en telar de cintura y los tejidos en telar de pedal, los que trabajan las urdimbres y el jaspé. Por ejemplo, los tejidos con telar de pedal pueden producir hasta 27 rebozos dentro de una sola puesta en un lapso de una semana; mientras que los tejidos en telar de cintura tardan hasta un mes por pieza. Esto se debe a que, dependiendo de la técnica, se requiere realizar un dibujo sobre los hijos, teñir los hilos, desatar los nudos, tejer y anudar las puntas: un total de 17 pasos a seguir. Además que la cadena productiva de especialización según cada paso puede involucrar hasta nueves manos para lograr el rapacejo –el empuntado –detallado– de personas, principalmente mujeres, especializadas en esta técnica.
Wallace explicó para el Fomento Cultural Banamex que "entre más popular sea el sector que produce el rebozo, aumenta el riesgo de que los consumidores no tengan el poder adquisitivo para pagar un precio justo por la pieza". Esto ha provocado que la nuevas generaciones más jóvenes busquen trabajos mejor remunerados y menos técnicos, la sustitución del rebozo por sweater, chales, abrigos y chamarras de marcas comerciales.
Pese a que en México se utilizan los hilos más finos que existen en la actualidad, muchos potenciales consumidores consideran que gastar en un rebozo es como ir a un restaurante que estuvo bien pero no lo suficiente para lo que costó. Esto se debe a que la mente está registrando "gastar" como una pérdida de dinero que se puede usar para otros bienes. Cuando en realidad, comprar un rebozo es invertir en un producto que "estuvo caro pero valió la pena", y el cual no sólo provee un distintivo estético, también conserva con orgullo las tradiciones ancestrales de un país y potencializa el comercio local para la salud y educación de grupos en situaciones de pobreza.
A continuación te compartimos una serie de fotografías que seguramente provocarán que desees un rebozo para esa reunión importante o para protegerte del frío invernal.
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