El girasol no ha tenido una presencia tan intensa en la iconografía más superficial de nuestra cultura. En todo caso, es natural relacionarlo con la obra de Vincent van Gogh o con una abstracción muy particular de los campos europeos. Pero aunque parezca sorprendente, la vibrante flor que sigue al Sol es mexicana. ¿Lo sabías?
De acuerdo a la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, a pesar de que había una creencia común de que el "Helliantus annuus" o "flor de Sol" era nativa del oeste de Estados Unidos, descubrimientos recientes han demostrado que el girasol es plenamente mesoamericano. Lo que se encontró fueron aquenios (fruto seco) que datan entre 2,875-2,575 AP en Tabasco y Morelos.
En distintos idiomas mexicanos hay formas de llamar al girasol. Los nahuas le dicen "chimalatl" (escudo) o "chimalxóchitl" (escudo de flor). Los otomíes, en Hidalgo, le llaman "yendri". En lengua tarasca le dicen "xaricamata".
Su nombre en español es una palabra compuesta que describe su "helitropismo" o la forma en que esta flor reacciona a la luz del Sol, como buscándolo y siguiéndolo a través del cielo —de Este a Oeste— todos los días. La planta, además, es ultra resiliente: tiene la capacidad de resistir a las sequías y reactiva la vida atrayendo a múltiples polinizadores con su intensa producción de néctar.
Es una coincidencia magnífica que la planta que siempre busca la luz sea mexicana. Sin duda, hay algo de este natural optimismo y resistencia que hacen que el girasol o "chimalxóchitl" se parezca a las personas que florecen en esta tierra.
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*Imagen destacada: Creative Commons.