La etnomusicóloga americana, Henrietta Weiss (más tarde Henrietta Yurchenco) tenía dos grandes aficiones en la vida: los sonidos del folclore internacional y la preservación de una tradición simbólica de culto: la música. Estudió en la Escuela de Música de Yale, en New Haven, EEUU, donde también conoció a su futuro acompañante de vida, el pintor argentino Basil Yurchenco. Por medio de Basil, Henrietta, la máxima promotora de la música indígena en México, habría de tener contacto con intelectuales y diletantes músicos que más tarde le ayudarían con su papel protagónico en la radio.
Se dice que su afición por la música siempre fue notoria. Desde muy pequeña se le veía tocando el piano y luego, en Nueva York, produciría programas musicales en la estación de radio WNYC. En aquella época organizó festivales de música clásica y jazz de novatos egresados de universidades que consideraba con gran potencial –entre sus filas, el famoso compositor Leonard Bernstein.
A través de sus programas de radio de música en vivo –especialmente "Aventuras en la música", donde acogió por primera vez en la historia de la radio cientos de sonidos procedentes de todas las áreas del mundo–, se dio cuenta que tanta música, especialmente la de carácter tradicional, difícilmente podía ser transmitida con la información obtenida de un solo sitio. Había que salir a buscarla.
Hasta donde pudo, dio a conocer las propuestas de músicos y compositores que en los años 30’s se hacían resonar en las calles de Nueva York. Pero muy pronto aquella ciudad sería lo suficiente pequeña para un espíritu musical como el de Henrietta. A través del también diletante del folclor mexicano Rufino Tamayo, que entonces se encontraba viviendo en Nueva York junto a su esposa, Henrietta y su esposo Basil conocieron las bondades musicales de un país como México, donde gracias a la profusión de culturas, todo sonido era posible.
De esta manera, Rufino invita a los Yurchenco, a pasearse por Oaxaca; era 1942. En ese mismo año el célebre ingeniero de sonido John H. Green contacta a Yurchenco y le propone realizar grabaciones de campo en México. La primera de estas muestras fue hecha en Michoacán, y se trata nada menos que de los cantos purépechas ubicados en Pátzcuaro y el área lacustre. Esta es probablemente el primer registro de música indígena que se tiene sobre México y probablemente el primer experimento de grabación de cantos étnicos en el mundo. Hasta entonces nadie se había preocupado en algo que Henrietta, con una visión futurista, había de trabajar toda su vida: trascender la historia musical de las etnias que, así como quizá lo predijo inconscientemente, algún día estas culturas estarían en peligro de desaparecer.
Con un magnetófono en la mano (y cargando material algunas veces de hasta 100 kilos), Henrietta y John Green recorrieron México y grabaron un total de 262 discos “de corte directo”. Producidos a través de la Biblioteca del Congreso Estadunidense, se entregaron al Instituto Indigenista Interamericano y al Departamento de Música de Bellas Artes de México, quien más tarde habría de resguardar parte del material en la Fonoteca Nacional en la Ciudad de México.
Más tarde su afición por inmortalizar el sonido de una cultura habría de agrandarse. Visitó Guatemala, Estados Unidos y Marruecos en busca de más sonidos para mostrar al mundo. Y no precisamente sonidos de culto como podría pensarse, sino toda una selección sonora que proyectaba más bien la cotidianidad de las etnias –que, vale decirlo, también gozan de una mística envidiable .
Henrietta Yurchenco ha sido por mucho, la responsable de que hoy en día, la música indígena de linajes como el purepecha, huichol, cora, seri, rarámuri, tzotzil, tzeltal, y yaqui se conozcan en otros sitios del mundo. Y no sólo de eso. Gracias a ella, hoy en día recintos como la Fonoteca Nacional ponen a disposición de cualquier escucha interesado este valioso material musical que indudablemente a transgredido las fronteras del tiempo.
Aquí dos de sus grabaciones:
Canción del Fiesta
La visita de Henrietta Yurchenco a la región tarahumara se llevó a cabo en 1946, en Guachochi, Chihuahua. De su trabajo en esta comunidad, Yurchenco refiere en sus memorias: “De nuestra estancia pudimos averiguar, hablando con los chamanes, muy inteligentes y perceptivos, su vida y prácticas religiosas prehispánicas: vivían en chozas de madera o en cuevas, eran seminómadas, cazaban con arco y flecha, y pescaban con las manos, adoraban antiguos dioses, usaban peyote como curación, sacrificaban animales, y cantaban canciones puramente prehispánicas, acompañados por sonajas o raspadores”.
Fiesta de la chicharra
Corapan, que celebra fiestas paganas como la fiesta de la Chicharra, que anuncia la estación lluviosa, la fiesta del Esquite (tiempo de la recolección, en diciembre) y la fiesta del Elote (maíz tierno) en septiembre, las cuales, como dicen los indios, son “aparte”, pues difieren de las fiestas del calendario cristiano.
Si te interesa escuchar más de Yurchenco, te recomendamos visitar la Fonoteca Nacional o, explora los audios de manera virtual en su sitio oficial.
*Imágenes: Fonoteca Nacional vía la familia Yurchenco.