Yo soy como el chile verde, Llorona, picante pero sabroso
Ne quemin chili celictzin chocani, cogoctzin pero huelictzin.
‘Todos me dicen el negro, Llorona, negro pero cariñoso
Nochti nechlilbia tlilictzin chocani, tlilictzin pero te tlazohtla.
¡Ay de mí! Llorona, Llorona, Llorona de ayer y hoy.
¡Hay no chocani! Chocani chocani yen yalla iuan axcan.
Ayer maravilla fui, Llorona, y ahora ni sombra soy.
Yalla cualtzin onicatca chocani, axcan nion ni tlecauilotl.
Salías del templo un día, Llorona, cuando al pasar yo te vi.
Semi itech teopan tiguistibitz chocani, ihcuac onimitzitta otipanoa.
Hermoso huipil llevabas, Llorona, que la Virgen te creí.
Cualtzin mo tzotzoltzin tiquentiuitz chocani, oniguihto ti tonantzin.
¡Ay de mí, llorona! Llorona de azul celeste.
¡Ay no chocani! Chocani xihuitic quen ilhuicac.
Aunque me cueste la vida, Llorona, no dejaré de quererte.
Masqui no nemiliz nicpoloz chocani, saicsemi ni mitztlasohtlaz.
La Llorona, aquella mujer vestida de blanco que recorría las calles sollozando "¡Ay, mis hijos!", se convirtió en una leyenda que trascendió límites espacio-temporales de un México colombino. Es la protagonista de numerosas expresiones artísticas, como si buscara permanecer en la sangre de cada persona que ha sufrido, con arrebato, las penas del amor.
Este espectral mito del folclor mexicano no sólo presenta al alma en pena de una mujer que asesinó a sus hijos, también de una mujer que amó como nunca se llegó a amar. Es la quintaesencia de una cultura, arraigada al misticismo y la muerte, que eleva al amor hasta la raíz.
Hay quienes dicen que la Llorona fue Doña Marina –también conocida como la Malinche– la mujer que le dio la espalda a su gente por amor al conquistador Hernán Cortés. Sin embargo, ante la traición y el desamparo que la indígena sintió al saber que su único amante se casaba con una italiana, ésta mató al producto de su idilio con el conquistador español. Muy al fondo de su alma, Doña Marina sufrió como nunca un desgarrador mal de amores, el cual la llevó a rogar por pequeñas muestras de afecto mientras recorría las calles de la ciudad sollozando por su trágico final.
Otros cuentan que la Llorona es el espectro de la deidad Cihuacóatl, la diosa de la tierra –Coatlicue–, la fertilidad y de los partos –Quilaztli– y la mujer guerrera –Yaocíhuatl– y madre –Tonantzin–. Se dice que esta mitad mujer y mitad serpiente emergía de las aguas del lago de Texcoco para llorar a sus hijos –los aztecas– en el sexto presagio de la devastación de la cultura mexica a manos de los conquistadores españoles. Al ser patrona de las cihuateteo, los espectros de mujeres fallecidas por un parto que de noche voceaban y bramaban en el aire, éstas solían seducir y castigar a los hombres mientras se desvanecían entre las sombras…
La realidad es que la Llorona es una figura mítica en la cultura mexicana; ya sea porque nos ha enseñado a amar con todas las fuerzas sobrehumanas o nos recuerda la mística esencia resiliente, sobreviviente, de la mexicanidad. Se trata de un pivote que une a todos los mexicanos a través de la sensación carnal del desamparo y desamor, que nos hace beber para olvidar que somos almas en pena con un pasado opresivo, doloroso. Porque el que no sabe de amor, no sabe de penas.
Numerosos artistas e intérpretes han homenajeado a esta sensación tan única del mexicano. Si bien las versiones más conocidas son la de Chavela Vargas y Lila Downs, existen otros músicos que se han apropiado de la Llorona, que se la han vivido con dolor y amor. Te compartimos estas bellas versiones de los famosos versos de la Llorona:
La Llorona de Chavela Vargas
de Lila Downs y Mariachi Juvenil
de Devotchka
de Beirut
de Charles Lloyd & The Marvels
de Chano Lobato
de Eugenia León (para Chavela Vargas)
de Georgina Meneses
de Ximena Sariñana
de Trío Montalbán
*1)Delegación Xochimilco