La existencia de la locura se remonta al nacimiento de la razón. Sin la visión de una, el reconocimiento de la otra es imposible. La razón es un atributo intrínsecamente humano y la locura, su hermana. Aunque, frente a los ojos de muchos, el raciocinio y la demencia, representan una fractura y los que son considerados locos, se observan como seres fragmentados.
Es por esto, que es importante conocer la historia de la irracionalidad de cada país, hacer una radiografía de sus causas, métodos de curación y mitos. Sólo al conocer qué es la locura, la concepción de quién es el ser humano estará completa.
La locura y los Nahuas, un reflejo del animal interior del ser humano
Durante este momento de la historia, la visión de la locura se daba en torno a la transgresión hacia lo social y religioso. Cualquier hábito o conducta que alterara esto, se le consideraba signo de enfermedad. Los eventos sobrenaturales eran otra causa que podía crear un comportamiento demente. Pero, preponderaba la locura del hombre, causada a partir de las mismas fallas del ser humano. Es en este aspecto el que el alcoholismo y otros comportamientos considerados inmorales, como el incesto, se observaban como una falla de carácter.
Los nahuas no querían que sus hombre y mujeres fueran un pensamiento perdido. Tampoco deseaban que su razón saltara de un lugar a otro, por lo que idearon diferentes métodos para curar el conejo y venado que la persona podía llevar dentro.
La manera de aliviar dichos padecimientos dependía del órgano del cuerpo donde presuntamente se originaban. Acorde a la visión de los nahuas, el pensamiento se gestaba en tres órganos: el hígado, el corazón y el cerebro. Por lo que, los métodos de curación variaban según la zona y método. Los conocimientos herbolarios fueron indispensables para la cura de las enfermedades mentales, si había una planta cuyo uso era esencial para un malestar en específico, el nombre de la planta tenía que estar relacionado con el malestar que aliviaba.
Entre las plantas utilizadas para aliviar el corazón se encontraban la yolloxochitl, la cacahuaxochitl y la neyoltzayanalizpatli (“medicina de la ruptura del corazón”), que fue descrita por Francisco Hernández (1959, tomo II-III, vol. II:70) como glutinosa. Presumiblemente, el látex pegajoso volvería a pegar el corazón.
La importancia de las plantas, como el uso de rocas o metales preciosos, significó una particularidad que supieron aprovechar. Lamentablemente, con la llegada de los españoles, muchos de los conocimientos herbolarios estarían destinados al desuso, mas nuevas formas de abordar la locura se crearían.
La locura en la Nueva España, una nueva oportunidad para creer
Durante la época colonial, y a diferencia de los prehispánicos, la locura dejó de ser tratada a partir dela herbolaria, debido a que esto se consideraba una afrenta a la religión. La teoría de los humores fue la principal manera de explicar diferentes padecimientos. Acorde a esta creencia, el desequilibrio mental se originaba en la desproporción de los cuatro humores: el sanguíneo, el pituitoso o flemático, el melancólico o de la bilis negra y el colérico o la bilis amarilla.
Generalmente, se creía que las enfermedades mentales eran causadas por alguna alteración en el humor melancólico. El tratamiento de estas enfermedades no se hizo de esperar y, con el deseo de hacer en Nueva España un lugar de ejemplo, los clérigos realizaron muchos hospitales donde la caridad religiosa se volvió un principio a seguir.
Un ejemplo de la creación de este nuevo tipo de lugares lo llevó a cabo Bernardino Álvarez, quien fundó el Hospital San Hipólito, donde se atendía enfermos mentales varones. Se piensa que fue el primero en su tipo en América y el quinto mejor del mundo en la época en la que estuvo activo. Poco después, la iniciativa se volvió a realizar, sólo que ahora con la premisa de realizar un hospital mental exclusivo para mujeres. De este proyecto, salió el Hospital del Divino Salvador, construido en gran medida por José Sáyago.
Lamentablemente, la creación de hospitales para enfermos mentales no devino en un futuro prometedor. Siglos después, se crearía la Castañeda, infame manicomio conocido por sus historias de tristeza.
La Castañeda, un lugar de lágrima y grito
Lugar de lamentos y tristeza, así fue este hospital psiquiátrico. Aunque, durante su construcción en el Porfiriato, se realizaba con la emoción de volver el cuidado de los enfermos mentales como un símbolo de la vanguardia de México en la medicina. Estas intenciones de progresismo abrieron sus puertas el 1 de septiembre de 1910. Fue diseñada por el ingeniero militar Salvador Echegaray, quien a su vez se inspiró en el manicomio francés de Charenton.
El bello estilo francés del edificio pronto se volvió una broma sarcástica en cuanto a lo que sucedía a puerta cerrada. Los pacientes, gente desprovista de razón, mas no de sentimientos, eran tratados de manera descuidada y, para algunos, inhumana. Después del cierre del hospital, varios testimonios salieron a la luz. El resultado, un reflejo de cómo la sociedad desprecia la locura, inclusive en instituciones donde se supone que se le cuida.
“Hay unos que, pues, andaban en el patio, cada quien con lo suyo, y una de las cosas muy tristes que recuerdo, todos andaban con un bote amarrado aquí, y otro en la mano, arrastrándolo. Todos rapados, unos descalzos y con su overol azul, todos. A los más agresivos los tenían tras las rejas."
Aparte de la atención cruel que se le daba a muchos de los pacientes, la clausura del manicomio permitió exhibir la arbitrariedad con la que varias personas fueron encerradas tras sus puertas. Entre muchas de las historias de horror y suplicio estuvo la de Enrique, quien luego de haber hartado a sus vecinos de Tepito por cantar, cumplió la peor condena de todas, ser encerrado de manera indefinida en el sanatorio, víctima de tratamientos desencarnados:
“—Estuve internado en el pabellón 2 y me dieron 15 electroshocks en la espina dorsal…”
La Castañeda, palacio de locura y horror, sin duda alguna, fue uno de los capítulos más oscuros de la psiquiatría mexicana. Aunque, hoy en día, en México la locura y la razón ha encontrado diferentes maneras de convivencia, en las que las lágrimas y los electrochoques ya no son necesarios. Este es el caso del arte, conocido por la mirada única que da a quienes lo realizan.
Martín Ramírez, un hombre de razón y locura a través del arte
Como se ha observado, la locura a lo largo de la historia de México se ha visto atravesada por la visión del otro a partir de su enfermedad, como una locura que aparta a todos. Sin embargo, la existencia de personas como Martín Ramírez, pintor autodidacta, y cuya obra fue hallada mientras realizaba sus labores pictóricos en su psiquiátrico, demuestra que la unión entre locura y razón es posible.
La historia de este hombre y su reconocimiento como artista es igual de fantasiosa que su racionalidad. Vivió toda su vida en instituciones psiquiátricas y acorde a muchos críticos, su arte esta altamente involucrado con la cultura mexicana. Hoy en día, sus obras se encuentra en galerías de Nueva York.
El trabajo brillante de este artista, como el sufrimiento que otros enfermos mentales sufrieron durante otras épocas, no es más que una prueba de la complejidad de la locura y los horrores, que muchas veces en nombre de la razón, se realizan.
Es cierto que las enfermedades mentales necesitan ser atendidas, pero esto no significa que deba haber cualquier tipo de discriminación hacia quienes las padecen. Hay que aceptar que la locura y el raciocinio son las caras de una misma moneda y nosotros sus portadores.