Antes de que el pintor, dibujante, grabadista, y creador de personajes inolvidables José Luis Cuevas, cumpliera 10 años, ya había decidido que quería dedicarse al arte. Según su autobiografía lo decidió cuando contemplaba absorto unos murales de Diego Rivera.
Curiosamente, Cuevas, justo se convirtió en uno de los imprescindibles que enarbolaron la generación de la Ruptura, y con ello la tradición muralista mutó en una nueva oleada de creatividad a la que se sumaron artistas como Remedios Varos, Mathías Goeritz, Vicente Rojo, etc.,
Desde el año que decidió convertirse en un artista, entre 1942-1943, Cuevas comenzó a pintar con mayor ahínco, y un episodio en particular fue decisivo: la visita que hizo al psiquiátrico "La Castañeda" gracias a la ayuda de su hermano Alberto (especializado en psiquiatría).
La Castañeda fue el centro psiquiátrico más grande de México hasta la segunda mitad del siglo XX. Su inauguración corrió a cargo de Porfirio Díaz, y funcionó desde 1910 hasta 1968. Este manicomio, luego fue criticado altamente por las condiciones de abuso e insalubridad del sitio.
Para Cuevas, de quien su obra abunda altamente en el “yo” (en el cómo va sintiendo su propia identidad), el tema de la locura le resultaba altamente atractivo, precisamente por esa marginalidad que existe entre una persona que ha "perdido" la razón, y la que la "conserva", en gran parte por esa autoconcepción, más estable.
Esta visita en 1952 marcó fuertemente la obra de Cuevas y su carrera, y de hecho, solo un año después de esta, hizo su primera exposición en la Galería Prisse, en la que el coleccionista Álvaro Carrillo (el fundador del Museo de Arte Carrillo Gil) le compró la serie "La Casa Rosa".
Te presentamos algunos de sus obras sobre la locura, resultado de esta visita a La Castañeda, inmortalizada, y un preámbulo importantísimo en su trabajo: