Julio Ruelas fue el ilustrador del modernismo mexicano y ciertamente del porfiriato. Mediante la Revista Moderna –una publicación escrita por las plumas simbolistas que se revelaron a la Academia de San Carlos– celebró al decadentismo. Porque en el siglo XIX era decadente el que por su sentir finisecular predicaba el hedonismo, las melancolías y un constante sentimiento de pesadumbre de época a través de su obra.
Si hubo alguien que en México desentonó a la moral porfiriana –cual poeta maldito– ese fue Ruelas. Su espíritu de aristócrata lo llevó a Europa: primero en 1891 a estudiar cuatro años en la Universidad de Karlsruhe en Baden, Alemania, y después a París, pensionado por Justo Sierra para que aprendiese la técnica de aguafuerte, utilizada en grabado. Si bien de Alemania obtuvo sus dos más grandes influencias (Arnold Böcklin y Félicien Rops) sería Francia quien le daría la muerte –su tormento– y un lugar en el cementerio de Montparnasse.
La obra de Julio Ruelas es oscura, fantasmal, trágica. Abraza toda posibilidad de decadencia bajo una legado espiritualista ciertamente Baudelairiano. Y para muchos grotesca, pues como Alfonso Reyes afirmó: “Julio Ruelas es satánico, como Baudelaire, y es, como él, aunque de menor intensidad, cristiano negativo. Es lascivo, porque la lascivia es pecado, que si no sería un amante. No sabe, como el amante, del goce de la fecundidad, su amor es doloroso y estéril”.
El tormento en sus grabados e ilustraciones fue fecundado por el presente en su vida, recordando sutilmente el gusto por el sufrimiento del Conde de Lautréamont, que habría de morir tan solo siete meses antes del nacimiento de Ruelas –si quiere pensarse así, éste podría haber sido su reencarnación, que se aferró a terminar un valioso legado para América.
Ruelas, a pesar de su existencialismo subrayado, figuró en las filas de los simbolistas, aquellos humanos inspirados en metáforas sinestésicas y la experiencia de los sueños. Precedentes del surrealismo y opositores al naturalismo. En México estos simbolistas fueron José Juan Tablada, Amado Nervo, Alberto Leduc, Rubén M. Campos, Bernardo Couto y Ciro B. Ceballos; el único ilustrador era Ruelas.
En su obra se manifiesta la muerte, no hilarante como en el pensamiento de Guadalupe Posadas, sino lo contrario: una muerte temible, aterradora; humedecida hasta las entrañas de tortura, éxtasis y la perversión de Eros, seres mitológicos y otros más satánicos y fantasiosos cual Maldoror lo hicieron posible.
Pero hubo quienes aplaudieron su estridente pensamiento:
La inspiración de Ruelas complácese en la sombra, en la angustia, en el tormento… Es dantesca por excelencia. Viene del Infierno, á través de Goya… Nadie como él ha sabido traducir el dolor, un dolor que eriza los cabellos, que hace pensar en un mundo fantasmagórico de suplicios… Las creaciones atormentadas de Ruelas se retuercen sin esperanza en limbos tétricos. Sus símbolos dejan traslucir no sé qué pesadillas inenarrables. (Amado Nervo)
Ruelas murió en París –en 1907– a los 37 años, según se dice, de tuberculosis. Otros afirman que, al igual que Lautréamont, no fue la enfermedad física sino el delirium tremens que culminó su extravagante vida.