Delicioso e histórico, el taco forma parte de la diversidad cultural y gastronómica de México.Ya sea de al pastor, carnitas, de longaniza, cochinita, barbacoa, birria, carne asada, pollo, chile, nopal con queso, chapulines, aguacate, entre otros más; el taco posee una increíble variedad que es para gustos de todos los amantes del maíz. Si bien se desconoce a ciencia cierta su origen, se cree que el taco nació como la base de una dieta olmeca gracias a los primeros vestigios del maíz nixtamalizado.
En una interesante entrevista a Jeffrey M. Pilcher, investigador y profesor de la Universidad de Minnesota, este hace un recuento de los hallazgos que ha recabado sobre la historia del taco. En los últimos veinte años ha estado abocado a la investigación de la comida mexicana y está próximo a publicar el libro Historia Global de la Comida Mexicana (editado por la Universidad de Oxford). Algunos de los resultados de sus investigaciones que apuntan a interesantes capítulos como algunos que enunciamos a continuación.
Se dice que Moctezuma utilizaba la tortilla como una “cuchara” para sostener la comida, las cuales eran preparadas sobre piedras calientes y decoradas con cochinilla, frijol y chile. Mientras que las mujeres solían enviar la comida, en tortillas, a los hombres que trabajaban largas horas en el campo y así pudieran calentarla y comerla a la media jornada.
Y para la llegada de las carabelas españolas y sus cerdos, según Bernal Díaz del Castillo, los banquetes organizados por Hernán Cortés para sus soldados se basaban en platillos de carne de cerdo con tortillas. De hecho, en Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Coyoacán fue testigo de la primera taquiza en la historia. Desde ese entonces, el taco se convirtió en el platillo base que se consumía en todas zonas de la Conquista.
No fue sino hasta 1908, en Morelos, que la época revolucionaria trajo el surgimiento de los tacos acorazados: tortilla, una cama de arroz y finalmente un guisado de chicharrón en salsa verde, milanesa de cerdo, mole verde, longaniza, papa con chorizo y otros más con placer inexplicable al paladar. Se dice que nacieron en Cuautla, Morelos, llegando eventualmente a Cuernavaca.
Eventualmente, en 1950, durante una crisis y escasez de empleos, los pobladores de San Vicente Xiloxochita, en Tlaxcala, comenzaron a vender los famosos tacos de canasta. De hecho, este sitio se convirtió en la capital del taco de canasta; en donde se ven cada mañana decenas de taqueros con sus bicicletas para llegar a sus puntos de venta en los municipios más cercanos. Salen cargados de una canasta, con casi 400 tacos, cubierta de hule azul y con algunos frascos de salsas rojas y verdes para vender a los obreros, estudiantes y empleados que los encuentran en su camino y aprovechan para desayunar. Inclusive hay quienes se llevan camionetas, cargando bicicleta, canasta, frascos y hule azul, para alcanzar zonas más retiradas como Distrito Federal, Puebla e Hidalgo, quedarse la semana y regresar los fines de semana.
Finalmente, en la Ciudad de México, nacen los tacos al pastor –la indiscutible adaptación del shawarma árabe al paladar mexicano–. En la década de los 60, durante una gran migración libanesa a México, se intentó recrear el platillo extranjero, sin embargo tuvieron que recurrir a marinar y cambiar el tipo de carne según los ingredientes disponibles en la ciudad. Los tacos al pastor vienen, de hecho, de los gyros de Grecia, los döner kebab de Turquía y el shawarma del Líbano. ¿Quién podría decir que uno de los platillos más predominantes en la cultura mexicana tuviera un origen común de la cocina del Imperio Otomano?
El taco, en su totalidad, forma parte de la cultura mexicana que brinda, además de comida a un costo viable, una serie de nutrientes básicos para el organismo. Así que, después de leer esta nota, en caso que la saliva haya inundado los interiores de la boca, qué mejor manera de pasar un día degustando este delicioso platillo prehispánico.
*Imagen: Travelreport