Dicen que el mole encantó a Leonora Carrington, especialmente el poblano. Que fue hechizada por su aleación de ingredientes, tan variados como fervientes. Pero sobre todo por los procesos alquímicos de tan diversos moles que, fusionándose entre chiles, almendras y un poco de chocolate, resultan altamente sabrosos para acompañar una tortilla y cualquier tipo de carne. A este mágico platillo Carrington dedicó su obra La invención del mole (1960), escrita como una especie de guión teatral con humor, ingenio, cultura y mucho surrealismo a la mexicana.
Pintora, escritora y enervantemente surrealista, Leonora Carrington es, a 100 años de su aparición en este mundo aparente, una de las mentes mexicanas más brillantes de la realidad contemporánea. Y se dice mexicana y no inglesa –como su raíz natal–, puesto que hay en prácticamente la mitad de su vida y obra, una influencia directa de la cultura mexicana, especialmente la indígena y sus misticismos prehispánicos.
Popularmente, se dice que México es un país en extremo surrealista. Que esa “voluntad psíquica pura” –cuyo nombre fue inventado en Francia, pero en México, en esencia, ha existido desde siempre–, yace en todos sus detalles: en su sabor, su sonido, su geometría, sus patrones, sus lenguajes, su cultura eterna. Históricamente así se ha mostrado México: como una aleación alquímica, incluso cósmica, de un ingobernable mestizaje. Y en ese espectáculo de sustancias interpoladas, a veces más prehispánicas que mestizas, se dejan mirar personajes que hacen de esta utopía mexicana su orgullo. Es el caso de varios surrealistas europeos unidos en México, la tierra roja: Leonora Carrington (la novia del viento), Remedios Varo (la bruja), Sir. Edward James, André Bretón y el incomprendido surrealista Antonin Artaud por mencionar solo unos cuantos.
De este orgullo mexicano se desprenden cuantiosas obras extraordinarias, plegadas de bestias mitológicas y fantasmas de zoológicos oníricos, donde solo es posible accesar si uno cree en su locura y sufrimiento como canales para encontrarse con lo que es verdadero. En las obras que estos surrealistas crearon en y sobre Mexico, también es posible avistar al mundo prehispánico más veces de las que podríamos imaginar. Ejemplo de ello es La invención del mole, una obra teatral breve escrita por Leonora Carrington en 1960.
La invención del mole
En este fascinante relato (casi como un cuento), la surrealista nos escribe con humor, ingenio, cultura y mucho surrealismo a la mexicana, la posible aparición del mole, hace tal vez unos 500 años. Aparece “Montezuma”, compartiendo escena con el Arzobispo de Canterbury, una bruja prehispánica, ocelotes, quetzales y otros personajes. En la obra se lee cómo los prehispánicos (caníbales y sanguinarios según la visión del foráneo) preparan una gran festín donde el arzobispo será lavado, marinado en pulque y cocido en salsas para el plato fuerte:
Mi querido señor, no se enoje, no pierda el sentido del humor. Ninguno de nosotros va a vivir para siempre.
Usted será simplemente asimilado, absorbido por estos reales príncipes, una vez que se haya impregnado de las salsas más exquisitas, todo con la mayor dignidad y los modales más aristocráticos.
Pero, además de esta irónica y canibalesca invención del mole, Carrington hace una agudísima crítica al catolicismo que ha venido imperando desde los tiempos de conquista en México. Escribe:
Montezuma: ¡Entonces el pueblo contempla la misma ceremonia una y otra vez, sin milagros, ni magia, ni sacrificios, ni danzas!…
Arzobispo: la Santa Iglesia está fundada sobre la Roca de la Eternidad, y contra ello no prevalecerán ni las mismas puertas del infierno. La naturaleza universal de la Iglesia le permitirá eventualmente absorber a toda la humanidad.
Como muchos de sus cuentos de Carrington, el imaginario no tiene limites concisos. No hay razón para entender sus historias, pero sí mucha voluntad para valorar su alta carga de humor negro.
La peculiaridad que Carrington tenía al pintar en su cocina, en medio de una casa que invitaba a saborear el caos, era exclusiva. Le parecía saludable la influencia que ejercía la comida sobre el arte, misma que habría de detallar en esta fascinante historia. En breve te compartimos el relato completo:
En el centenar que la gran surrealista cumple este 2017, uno se pone a meditar cómo ha sido posible que ella se considere la última surrealista auténtica. Que posterior a ella no haya aparecido más de una mente que indague en orígenes sagrados y sanguíneos desde una perspectiva atinadamente surrealista, y la ponga en el reflector de las salas de arte del imaginario mexicano moderno –tan descontextualizado de su realidad–, a 500 años de no permitirnos olvidar la fragmentación de nuestra cultura. Hacen falta más surrealistas que recuerden el pensamiento psíquico puro de México.
*Cuento extraído del libro “El séptimo caballo y otros cuentos”, de Leonora Carrington.
*Imagen principal: “La cocina aromática de la abuela Moorhead”, de Leonora Carrington, 1975.