La leyenda de La Llorona es una gran muestra de que, si ponemos atención, las historias siempre son más complejas de lo que parecen, y están llenas de significados inesperados.
Casi todas las personas conocen la leyenda de la llorona, una mujer que llora por sus hijos, por un vacío amoroso, y que no busca consuelo. Es parte del imaginario diverso mexicano. Sin embargo, hay múltiples versiones que buscan dar sentido al origen de este relato.
Según se discute en una charla de Radio INAH con el historiador Rodrigo Martínez Baracs:
Cuando los antropólogos, historiadores y expertos en mitología tratan de entender las variedades de la leyenda de la Llorona, remiten al periodo prehispánico, al sexto de los augurios que presagian la caída de Tenochtitlán.
Y, ahí, se revela una relación estrecha entre el culto guadalupano, la diosa Cihuacóatl y la leyenda de la Llorona.
Hay palabras que cobran nuevos sentidos dependiendo de su contexto. Así, el término "aparición", entre 1526-1533, se vuelve un puente para ligar eventos que aparentemente no tienen nada que ver, y hacer conjeturas.
La Virgen de Guadalupe y la Llorona, una relación entrañable
Es justamente durante esa época donde aparecen la Virgen de Guadalupe y Cihuacóatl, la recolectora de las almas (la mujer que llora). Según Martínez, es Fray Bernardino de Sahagún quien relata estos eventos, a quien le molestaba la asociación de la Virgen con Tonantzin (nuestra venerada madre). En su texto Las Apariciones de Cihuacóatl, explica:
Durante las décadas que siguieron a la fundación por los franciscanos, hacia 1531, de la primitiva ermita dedicada a Santa María en el Tepeyac, la popularidad de su culto fue en aumento entre los indios. Al adorar a la Virgen, los indios reverenciaban a la diosa madre Tonantzin, nuestra madrecita. En cuanto se les evidenció su naturaleza idolátrica, los franciscanos se opusieron a los "cultos de sustitución" que ellos mismos habían contribuido a iniciar. Aunque no fue el primero en hacerlo, fray Bernardino de Sahagún fue quien denunció más claramente la naturaleza idolátrica de estos cultos sincréticos, sólo aparentemente cristianos. Uno de ellos era el de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, al norte de la ciudad de México.
Las dudas que permanecen
A la fecha el historiador no ha quedado satisfecho con ninguno de los textos históricos que ha leídos sobre la llorona. Y le parece intrigante, pues, que siga siendo una imagen sincrónica en la mente de los mexicanos:
¿Por qué un culto como el de la llorona se mantiene tan arraigado? En el caso de la Virgen de Guadalupe hace mucho sentido, pero la llorona no tanto.
Una mujer que llora por la llegada de los españoles, una mujer que llora por sus hijos, y que también se asocia con Marina, la Malinche. Lo cierto es que la historia siempre está llena de vacíos y en ese sentido nunca termina, porque no hay forma de tener un único relato.
Una de las posibles explicaciones para dar sentido a la figura de la Llorona, según Martínez, si aceptamos que el mundo mexica era sacrificial, es pensar en las mujeres que no podían dejar de llorar cuando mataban a sus hijos en los rituales, para pedir lluvia, o por aquellos que perdían en diferentes batallas. Aunque también resulta interesante pensar que hay mitos similares en diferentes regiones de América Latina e, incluso, Europa.
Así, como se discute en el programa de radio del INAH, convive un dualismo entre la Virgen de Guadalupe y Cihuacóatl: "la del cielo y la de la tierra, la del corazón y la de la leyenda, una que protege y otra que espanta".
Dos madres en un mismo espacio temporal.
Quizá te pueda interesar: