Cuando hablamos de rap y hip hop, no necesariamente el mostrado en los medios de comunicación lleva el espíritu del mismo género que se mueve en la calles. Este se convirtió desde finales de los años 60 en una herramienta de expresión de los barrios más marginados, nació en Nueva York, aunque en millones de rincones del mundo los jóvenes se identificaron con esta forma de arte que sirve como válvula de escape de los problemas de la pobreza, sumando además una cohesión social a base de la identidad.
Con el tiempo el rap y el hip- hop fueron convirtiéndose también en una manera seria de denuncia, y más allá de una moda el género fue asentándose como parte de una cultura híbrida, globalizada, pero siendo vía de comunicación de los propios problemas locales, incluso sobre hogares y vidas en específico.
Un nuevo documental ha hurgado por este mundo, el mundo del rap y el hip hop mexicano, de ese que se genera en las calles; que funge como una manera de liberación psicológica, y que más allá de hacerse para los medios de comunicación, se hace para liberar.
Es un rap prácticamente anónimo que se hace desde el mercado de la merced en la Ciudad de México o en las ciudades de la frontera norte. Los Dueños del Silencio es el documental del que hablamos y ha conseguido documentar una realidad que pareciera perdida y que se mantiene.
No es necesario conocer de música para hacer rap o hip-hop, simplemente la necesidad de usar la voz para sacar, quizá para gritar, como dice en el documental una niña rapera de 12 años.
Su director es Kyzza Terrazas, con este trabajo se busca mostrar el modo de vida de millones de personas que se manifiesta en versos que se dicen rápido, sin motivo quizá, pero con muchísimas y profundas repercusiones sociales e individuales, cumpliendo, tal vez, con el rol más importante que el arte puede alcanzar.