La lotería es el clásico juego mexicano de cartas y fichas —o frijolitos— que ha entretenido a niños y adultos desde hace varias generaciones. Cada carta representa un icónico personaje, que hace de arquetipo para una mexicanidad imaginada, según se cuenta, en el siglo XVII. El juego sigue vigente y forma parte de una lista de encantadores pasatiempos para los niños mexicanos; y su flexibilidad hace de él un elemento particularmente reinventable.
La “lotería millennial”, que no es la primera reinterpretación de las cartas, es obra de Mike Alfaro, artista guatemalteco que vive en Los Ángeles, California. Alfaro expresa a través de este remix nostalgia por la riqueza, fiesta y color que comparten muchas de las culturas latinoamericanas, y conecta estas memorias con iconos de la cotidianidad actual.
Así, esta singular remezcla aborda estos nuevos iconos con un dejo de humor –incluida algo de crítica social y su respectiva invitación a la autorreflexión–. La “lotería milennial” hace referencia a las cosas que ama esta generación —como el pan tostado con aguacate, las suculentas y las selfies—, pero al hacerlo sugiere una renovación de referentes culturales que, en caso de consumarse de la mano de los millenials, sería una buena noticia para el mundo. A fin de cuentas vivimos tiempos en los que pareciera fundamental reconectar con nuestras raíces y, simultáneamente, reimaginar los pilares de la cultura y la sociedad.
Su propuesta es fresca y muy justa para el contexto. La verdad es que sin importar todo lo bueno o malo que se pueda decir de esta intrigante generación, está claro que los millennials están cambiando la forma en que se piensa, actúa y consume. Los jóvenes millennials se ligan con una conciencia muy marcada en temas como los asuntos de género o de medio ambiente. Además, como la lotería y su creador, los millennials están marcados por un contexto intercultural, conectado a lo global; pero afortunadamente también anclado a una nutritiva relación con sus tradiciones.