Un mundo de contrastes, matices y tonalidades se encuentran recorriendo el territorio mexicano. En la arquitectura, las calles y la gente se observan colores que hablan de nuestras raíces y que hacen de México un país que cautiva y hace alucinar a quien lo conoce.
Esta particular importancia que se le da al color en nuestra cultura viene desde los antiguos mexicanos. Para los mayas, por ejemplo, cada punto cardinal correspondía a un color, y cada uno era sostenido por un bacab: árboles de algodón que se consideraban sagrados y estaban asociados con los colores del mundo. Ellos usaban los colores, además, para expresar diversos estados del ser o acciones como el ayuno.
Y en el Valle de México (el Anáhuac) los pintores nahuas experimentaban de mil maneras para obtener una gama cósmica de colores, ello a partir de plantas, minerales y animales como la cochinilla, de cuyas mezclas conseguían nuevos y vibrantes colores que usaban para pintar tejidos, códices y objetos de arte, pero también para pintar las fachadas de templos y edificios.
Nuestras raíces, pues, están llenas de enigmáticos y vivos colores, que para los antiguos mexicanos tenían un simbolismo particular y que eran considerados sagrados. Esa tradición sigue viva en muchos lugares de México, donde la gama de colores y sus combinaciones en la arquitectura no sólo forman una visión orgásmica para nuestras pupilas, sino que nos susurran vestigios de una filosofía que se asentaba en los colores, en los números y en los rumbos.
*Fuentes consultadas: Simbolismo de los colores, deidades, números y rumbos
Materiales colorantes prehispánicos
*Imágen de portada: Dianne Graham