Del disfraz, la cualidad tal vez más codiciada es la posibilidad de convertirse en cualquier otra cosa. Pero nada como disfrazarse para conectar de forma ingeniosa con una parte de nuestra cultura, honrarla o simplemente hacerle un tributo divertido a lo que de ella añoramos.
Posiblemente en este sentido se viste la genial Sydney Presley, chicana de California que está subiendo mucho las expectativas para las fiestas de Halloween a la mexicana. Inspirada en las cosas deliciosas que recuerda de su infancia en México, ella hace los disfraces desde cero.
Sin duda la réplica a gran escala de cosas que nos son cotidianas (como los mazapanes, las conchas o los chicharrones con salsa) es un chiste que se cuenta solo, pero también una perspectiva nueva sobre objetos que normalmente damos por hecho, pero que discretamente construyen el significado de nuestras vidas en este lugar. Así, con las memorias más entrañables de Sydney nos podemos identificar todos.
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Además, viviendo las costumbres y tradiciones que ama, sin límites de nacionalidad, esta chica le pone fin a la eterna discusión sobre si los mexicanos deberíamos o no celebrar Halloween (y también viceversa). La disputa se ve, sobre todo, en los pueblos y barrios más tradicionales, donde se pide a los niños que no se disfracen de brujas, monstruos o las figuras de la cultura pop americana.
Pero, mientras que cada fiesta tiene significados distintos y se construye en sentidos definidos por las culturas que los han perpetuado por siglos, está clarísimo que, no solo la comunidad binacional, cualquiera debería poder honrar a sus muertos y festejar la vida agarrando cultura de donde pueda y como mejor le acomode.
Al fin y al cabo, las celebraciones son para tender puentes entre las personas, reforzar nuestro rico sentido comunitario y, si somos capaces, sacar a relucir el inmenso ingenio que le da sabor a nuestras tradiciones.