La riqueza histórica de México es indiscutible. Extrañamente, pocos mexicanos reconocemos que esa riqueza continúa, que late y sonríe, que muta, se alimenta y, sobretodo, que siente. En pocas palabras, que es una historia viva y que nosotros somos parte de ella; la historia está al servicio del presente, y su función es justo nutrir la experiencia viva.
Tal vez por eso, cuando tuvimos oportunidad de conversar con Don Miguel León-Portilla, jamás hizo distinción entre los indios "muertos" —las culturas prehispánicas— y los indios "vivos" —sus descendientes que hoy conforman los pueblos originarios. Él no sólo estudió la historia de unos, también alcanzó una comunión con la filosofía de los otros. Nos demostró así que la sabiduría es empatía, que el conocimiento se experimenta y que no hay una sola mirada al pasado o presente, sino muchas visiones, incluida, y de forma determinante, la de los vencidos.
Más allá de las decenas de libros que escribió y los incontables reconocimientos académicos que recibió, Don Miguel fue, antes que un erudito, un humanista –aquel que se maravilla con la humanidad, y que al hacerlo la honra. Fue, también, un maestro en el más amplio sentido: su legado como historiador e investigador es inmenso, pero su lectura de la vida resulta a la vez ejemplar.
¿Cómo cultivar la identidad local dentro de un mundo global?
Hay que hacer un esfuerzo y ¿por qué es importante? Es importante porque ese esfuerzo me va a permitir moverme en la vida. Si yo no sé quién soy, si yo no sé qué es México, pues no me puedo mover; porque voy como un pasajero sin equipaje, sin boleto, un amnésico. Y, por desgracia, grandes sectores de la población de México tienen esa manera de enfermedad… ¡Es verdad! No les interesa nada. Y yo pienso que la vida es muy interesante: vamos a conocer nuestro país, vamos a conocer regiones de nuestro país, vamos a tratar con la gente de nuestro país.
Que el mexicano que quiera ahondar en sus raíces hurgue no sólo especulativamente en la biblioteca; pero debería igualmente —o más— en la realidad viviente. Un mexicano que de verdad quiera captar la realidad, pues. tiene que salir de su casa hoy día: eso es México.
Pero lo primero es, digamos, desde donde [están] ustedes insistir en conocer el medio en que han nacido; ahondar en él tanto a través de lo que otros han dicho, como a través de tu experiencia.
Lecciones de los grupos indígenas de México y sus culturas originarias
Si definimos qué es un indígena, son pueblos originarios; quiere decir, los que estaban ahí antes de que cualquier otro llegara. Esos son indígenas, los que desarrollaron una cultura primigenia, los que sufrieron los impactos terribles de la conquista.
Hay una edición que hemos hecho en tres tomos que se llama "Cantares mexicanos, poesía náhuatl". Hay un tesoro de sabiduría ahí y esa sabiduría existe hoy, la tienen ellos, existe. […] los indígenas han seguido pegados a la naturaleza, yo creo que ahí tenemos un reservorio de vida; yo sí creo que los indios son una fortuna para los países que tenemos su presencia. Hay una sola cosa que yo sí celebro: que estén los indios, que vivan sus lenguas que han sido tan despreciadas.
Mira, yo tengo aquí cantidad de obras en náhuatl, y en un texto dice: “la ceiba, el ahuehuete, estos árboles nos dan sombra, estos árboles son la vida para nosotros, bajo su sombra podemos vivir.” Ahora piensa en un maderero que lo ve y dice: "¿Cuánto cuesta el metro cúbico de madera?". Son dos maneras de acercarse […] la codicia como tal no es acompañante de la cultura indígena. Tampoco son santos, no, pero tienen otro aprovechamiento a la vida. Para mí la literatura náhuatl de veras me ha servido para mi filosofía vital.
Sobre México y la mexicanidad
Yo siempre digo: México es un país joven y viejo a la vez; viejo por sus raíces indígenas, y joven en cuanto a que nació a la vida moderna hace poco. Somos un país rico y pobre, somos un país muy desigual, sumamente desigual.
Voy a ser rapidísimo. Estoy escribiendo mis memorias, y yo me presento como una persona que tiene sus raíces en una familia de clase media tradicional mexicana. En esa familia nadie dijo: "somos de origen español", a pesar de que sí era verdad; pero no, este tema nunca interesó. Ahí tengo retratos de toda la familia. Entonces, ¿son puros gachupines? ¡Pues no! Entonces, ¿son indios? ¡Tampoco! Sería absurdo decir que soy indio. Somos mexicanos.
A 500 años de la conquista, en primer lugar, vamos a ver que el tema de la conquista está presente en el ser mexicano, en cuanto que descendemos de conquistadores y de conquistados… ¡todos! ¿Que usted es zapoteca? ¡Sí!, pero usted fue conquistado por los mexicas… Y ¿usted es otomí? Pues los otomíes estaban al servicio de los aztecas. ¡Qué barbaridad! Entonces, partiendo de eso, no vamos a desgarrarnos ya más; al revés: vamos a hacer ocasión de eso; de reflexionar sobre nuestro ser, sobre nuestro destino.
Sobre el asombro como flujo vital
Cuando uno es muy joven y sales al campo todo te fascina; o, por lo menos, a mí me fascinaba. Iba yo caminando en medio de un bosque y las ramas de los árboles estaban con rocío, y yo veía el arcoíris en ese rocío… Y es así, esto es difícil, ya: tener la capacidad de asombrarte. ¡Mira! Yo tengo noventa y tres años casi… ¡Si yo no trabajara aquí diario, ya estaría muerto! ¡Y trabajo porque tengo grande asombro!
Sobre la deuda de México ante sus grupos indígenas
El indio quiere que le hablen en su lengua; pero no solamente en la lengua, sino en la lengua que capta su espíritu, en la lengua que capta su cultura. En México y América Latina tenemos esa enorme riqueza, pero claro, cómo están ellos: siglos de dominación, siglos de abatimiento, siglos de desprecio, ahí está el problema. [Hay que] quitarles ese tipo de obstáculos.
[Debemos] darles su lugar. En el siglo XVI, el gran Sahagún —Fray Bernardino— hizo el colegio de Santa Cruz para indígenas, [donde] los maestros de medicina fueron indígenas, y los maestros que estudiaban los códices fueron indígenas. O sea, participaron con toda la fuerza que habían tenido antes [de la conquista].
Sahagún dice: “hemos destruido su sistema de educación y ahora no saben a dónde ir”. Otro fraile le preguntó a un indio: "tú dices que antes ustedes eran responsables, no se emborrachaban, no robaban, no mentían, yo veo que ahora hacen todo eso”. Y este le dijo: “¿Sabes, padre?, nosotros lo que teníamos, ustedes nos han dicho que no valía nada y nos han enseñado cosas que no hemos entendido nada. ¿Sabes, padre?, nos quedamos nepantla”. ¿Y qué es nepantla? Es ‘en medio’. El ídolo antiguo vino a descartarse por lo nuevo. Eso es lo que les ha pasado a muchos indios, quedaron nepantla.
Entonces, sacarlos de ese ‘nepantla’. Pero sacarlos no para enseñarles inglés; no, eso no: los sacamos para que sean factor de presencia, factor que contribuya a hacer de México. Tener maestros de ellos en diversos campos: la cocina indígena por ejemplo, lo de los turistas; es decir, que el indio se sienta orgulloso, orgulloso de serlo.
Unas palabras para los jóvenes mexicanos
Mira hijo, te ha tocado vivir en una época en que no es fácil abrirse camino; pero piensa que en todas las épocas, la más difícil es en la que uno vive. Entonces, piensa que es una época difícil, pero piensa que si es difícil es un reto, y la vida es un reto. La vida, dice el Libro del Eclesiastés, la sabiduría es como un combate del hombre en la vida, en la tierra… Yo le diría eso. Piensa que te ha tocado un tiempo difícil, como es natural, pero que toda dificultad es un reto y que tenemos, en el caso de México, una mina gigantesca de informaciones, de posibilidades para armarnos y poder caminar mejor.
Ciudad de México, enero 2019.