Hay palabras que tocan, que penetran el presente y abren espacio para un silencio que contiene infinitas posibilidades de escuchar, crear, recuperar e imaginar.
"Ante el mal tiempo juntar semillas, sembrar mundos nuevos, cosechar esperanza", dice la declaración Milpamérica de Futuros Indígenas. Estas palabras tocan en muchos sentidos, enuncian en colectivo y explican, con simple sabiduría, la ruta compleja que tenemos por delante ante la crisis climática, que es también social. Pero sobre todo, porque reviven al lenguaje como esa metáfora eterna que se manifiesta en la tierra y se siente en el cuerpo. Las palabras que hacen.
"Somos Milpamérica, un territorio que existe mucho antes que las fronteras. Aquí vivimos las personas del maíz de todos los colores, del ayote, del izote y el frijol, del tomate, el chile, el loroco, el chipilín, el pataxte, el cacao, el aguacate, el amaranto, los zapotes, las anonas, jocotes, nances, quelites, yuca y miel; somos los territorios más biodiversos de esta región del planeta." Hijas, hijos e hijes de la Madre Tierra que resisten a la necrofilia cultural y social que ha penetrado el mundo por 500 años y que apuestan por la vida.
Radiografías que duelen
Los datos, como los presentan en Milpamérica, están ahí: 100 empresas son responsables del 70% de las emisiones contaminantes, el 1% de los más ricos contamina más que la mitad empobrecida del planeta. La apuesta del sistema, sin embargo, es la acumulación de riqueza que jamás ha sido ni será distribuida justamente en un mundo donde el privilegio, el poder y el dinero son los que tienen las riendas. Estas fuerzas han enfermado a la Tierra.
"Podemos seguir esperando que los gobiernos y las corporaciones se juzguen a sí mismos y solucionen esta crisis, pero sería una condena al exterminio. ¿De qué sirve el dinero para "reparar», "financiar" y "adaptar", si no detenemos la guerra contra los pueblos y la Madre Tierra?", se preguntan.
Hackeo cultural
Todo empieza con la manera en la que narramos el mundo y nos relacionamos con él. Ese hecho define, quizá, buena parte de la existencia. Hoy estamos inmersos en un imaginario que permite pensar que podemos seguir sosteniendo estos modelos de vida, injustos y desiguales, sin pagar factura alguna. Se trata de un problema que no tiene fronteras, pero que las usa artificialmente para sostenerse en el tiempo. El "primer mundo" no existiría sin los "países tercermundistas" o ahora llamados "en vía de desarrollo" en ese intento inerte de ser políticamente correctos.
Milpamérica reclama: "las violencias están conectadas, son parte de un sistema económico y político que pone el dinero por encima de la vida".
Este mundo ha diluido el presente, lo ha convertido en un simple instrumento para sostener un sistema que beneficia a pocos, lleno de deseos deformados. "Los Ajq’ijab’ K’iche nos recuerdan: ¿son enfermedades o consecuencias? Un diagnóstico holístico de la fiebre climática nos muestra lo obvio: no se puede curar un padecimiento que lleva 500 años en nuestros territorios con bonos de carbono, con hidroeléctricas que secan los ríos, con autos eléctricos que requieren minería. Las soluciones deben cuestionar el modelo de crecimiento económico y la acumulación. Deben hacer frente a los sistemas de desigualdad y curar la herida colonial", dice Milpamérica.
La esperanza no se puede depositar más en manos de gobierno y grandes empresas e instituciones. Esa ficción nunca tiene finales felices, dignos ni colectivos.
Como parte del esfuerzo de Milpamérica, han creado un laboratorio narrativo para hacer un hackeo cultural. "Defensoras y defensores del territorio de México, Guatemala, Honduras y El Salvador co-creamos acciones de comunicación para sembrar narrativas en defensa de la vida y del territorio".
Bien hubiera dicho el escritor John Milton: el lenguaje nos desterró del paraíso, pero es también el vehículo para llegar a él.
Sé parte de Milpamérica
Milpamérica convoca:
- A los pueblos en resistencia de Milpamérica, a reinterpretar esta declaración desde sus saberes para tejer un territorio más allá de las fronteras.
- A las personas de todas las diversidades, a suscribir esta declaración y sumarse a las resistencias en defensa de la vida y el territorio.
- Al movimiento por la justicia climática, a crear espacios de reflexión, organización y acción climática sin intermediarios para poner al centro las soluciones vivas.
- A otros territorios, a organizarnos para quebrar las desigualdades estructurales, fortalecer las autonomías y sembrar narrativas en defensa de la vida.
Para sumarte a esta iniciativa, firmar su declaración y leerla completa, consulta Futuros indígenas.
**Portada realizada con ilustraciones de Xaacto Navaja.