Este mundo mágico de los indígenas no fue entendido de modo general y en la mayoría de las veces se le consideró como demoniaco.
Fernando Anaya Monroy
En los relatos cosmogónicos que se conservan en náhuatl se refiere que los dioses se sacrificaron a sí mismos para transmitir la vida a los humanos.
Miguel León Portilla
La antropofagia, o consumo de carne humana, suele ser un tema muy polémico y que debe entenderse solo en su contexto cultural. Sobre el caso del México antiguo, en su artículo la Antropofagia entre los Antiguos Mexicanos , Fernando Anaya Monroy aclara puntualmente:
En algunos lugares de Mesoamérica, y concretamente entre los antiguos mexicanos, tuvo un sentido fundamentalmente ritual. (…)La antropofagia se presenta entonces, entre los antiguos mexicanos, como un hecho que más que juzgarse, debe explicarse y comprenderse, adentrándose en el patrón cultural en que se realizó y sin el prejuicio propio de una visión estrictamente occidental.
Partiendo de la anterior premisa, es fundamental que comprendamos que la antropofagia en Mesoamérica no era practicada por toda la población, ni formaba parte de la vida cotidiana. Ocurría, en cambio, en contextos explícitamente rituales y tenía un simbolismo profundo, pues el acto representaba la unión con la divinidad. En palabras del propio Bernardino de Sahagún, “La carne debía comerse con el sentido de una comunión".
Según se narra en el Manuscrito Anónimo de Tlatelolco 1528, durante los últimos días del sitio de la gran Tenochtitlán, las personas hambrientas se alimentaron hasta de adobe y de tierra, de animales como ratas o gusanos, pero jamás de carne humana. Es decir, la antropofagia estaba tan lejos de las costumbres ordinarias que incluso en una situación tan crítica los pobladores no consumieron carne humana.
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La antropofagia vinculada a lo ritual
Según los registros de los primero cronistas…
Motolinía: “…los otros Indios procuraban de comer carne humana de los que morían en el sacrificio y ésta comían comúnmente los señores principales, y mercaderes, y los ministros de los templos …”.
Fray Bernardino de Sahagún
Sobre la fiesta del segundo mes azteca, Tlacaxipehualiztli:
Después de haberles sacado el corazón, y después de haber echado la sangre en una jícara, la cual recibía el señor del mismo muerto, echaban el cuerpo a rodar por las gradas abajo del cu, e iba a parar en una placeta, abajo; de allí le toma· ban unos viejos que llamaban quaquacuiltin y le llevaban a su calpttl donde le despedazaban y le repartían para comer” (…)”allí le dividían y enviaban a Motecuzoma un muslo para que comiese, y lo demás lo repartían por los otros principales o parientes; íbanlo a comer a la casa del que cautivó al muerto,cocían la carne con maíz y se daba a cada uno un pedazo en una escudilla o cajete con su caldo y su maíz cocido, y llamaban a aquella comida tlacatlaolli.
Anaya Monroy:
A las comidas en que se ingería carne humana –como 10 indican cronistas e historiadores- sólo asistían gentes de rango y únicamente se comían determinadas partes del cuerpo del sacrificado.(…) A quien se entregaba el cuerpo muerto después del sacrificio era al que lo había capturado.
Guillermo Prescott:
No era éste el Tosco festín del hambriento caníbal, sino un banquete en que servían los manjares más delicados y las más deliciosas bebidas, preparadas con arte, y al cual concurrían también las mugeres, guardándose en él todo el decoro propio del estado civilizado.
En conclusión, podemos afirmar que la antropofagia existía en el México prehispánico dentro de contextos explícitamente acotados, asociados siempre a complejos ritos y ceremonias de carácter religioso. Es decir, la idea de canibalismo que solemos entender desde nuestra actual perspectiva cultural, poco tiene que ver con el contexto en el cual se realizaban estos actos. Por otro lado, desmintiendo a aquellos que rechazan cualquier forma de antropofagia entre los pueblos mesoamericanos, parece evidente que esta práctica si ocurría.
*Fuente:
La Antropofagia entre los antiguos mexicanos, Fernando Anaya Monroy, Estudios de Cultura Náhuatl 6, 1996
*Imagen: Códice Florentino