Olvidaremos todo, excepto las palabras del frente, el fuego y los restos, las montañas de restos. Tres o cuatro palabras para decir lo que aquí pasa.
-Ileana Garma (Mérida, 1985)
Las montañas mexicanas son tan bellas como diversas. Las formaciones geológicas cuentan la historia del inicio de civilizaciones, leyendas que nos acompañan hasta la fecha.
El camino nunca es único ni tampoco evidente. Las montañas, cerros, sierras, peñas y volcanes son formaciones milenarias que esculpen territorios inagotables. A veces para subir, hay que bajar y no toda vereda te lleva a la cima. Son obras maestras de la geomorfología. Cada paso deja una huella y la repetición traza rutas, pero sin importar cuándo caminamos sobre ellas, siempre habrá lugares inaccesibles; espacios invisibles para la experiencia humana. Tal vez, en un futuro cercano, sólo queden los restos de nuestra especie, recuerdos sin interlocutor, pero la tierra permanece, se transforma, transita otros tiempos.
Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor,
nos iremos secando
aquí sobre la tierra.
–Nezahualcóyotl (fragmento de Percibo lo secreto)
A la distancia cautivan y, si sabemos mirar, cultivan el silencio. Se experimenta el sentido de lo inasible en el entorno interno y externo, como las fuerzas que a lo largo de los años dan forma a estas esculturas naturales. En el imaginario guardan significados, simbolismos que cobijan creencias, rituales, mitos, leyendas y tradiciones. En la materia crean microclimas, intercambios químicos; albergan posibilidades de vida más cerca de los cielos.
Joya de piedra y nueve, levanta sobre la aspereza de los caminos, como un faro —máximo esfuerzo de la contracción— ola suprema de un mar de fuego —fuente ígnea— helado manantial de vida —signo geométrico de la energía sin nombre—solemnidad indiferente y generosa, dormida en el azul del cielo —nutriz.
–Dr. Atl
Retratar a cada una de estas formaciones podría tomar una vida entera, pero este puede ser un lugar por donde empezar.
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