Entre las tradiciones más icónicas y entrañables, las piñatas son de esas que producen en los millennials mexicanos una peculiar nostalgia. Recordatorio de un pasado simple, cuando el (también tradicional) drama navideño se te pasaba desapercibido y lo único que te tocaba hacer era recibir regalos, comer muchísimo y, claro, romper la piñata.
Esto último es literal: hay un honor extraño que deviene de ser ese que la rompe. El niño o niña en cuestión adquiere estatus prácticamente de santo, que libera al resto de la espera eterna y una inmensa tensión y pone a disposición de una masa efervescente la aclamada recompensa: los dulces y otras delicias.
Hay que remixear las piñatas
Las piñatas, originalmente, no nacieron en estas tierras, sino que fueron traídas por los españoles, que las habían adoptado de los italianos, que se habían inspirado en los chinos en tiempos de Marco Polo. Sin embargo, las hemos hecho parte de nuestras tradiciones —especialmente las posadas— a tal grado que son símbolo (y cliché) de México.
De alguna manera, como prácticamente todas nuestras manifestaciones culturales, las piñatas son resultado de la mezcla, el intercambio y la modificación de los significados. En ese sentido, no hay punto en ponerse conservadores con ellas; al contrario: hay que remixear las piñatas, traerlas de vuelta a nuestras fiestas.
Las piñatas son profundamente simbólicas
Además de la nostalgia que provocan las piñatas, vale la pena volver a ellas porque son profundamente simbólicas. Se rumora que, cuando las españoles las trajeron a México, solo existían las clásicas, hechas con ollas de barro y decoradas con 7 picos. Cada pico representaba a uno de los 7 pecados capitales y la venda que, tradicionalmente se le pone en los ojos a quien le toca pegarle en la piñata, representaba la fé ciega que nos lleva a quebrar los pecados.
Entre tanto remix, mucho de ese significado se ha perdido, pero las piñatas, por el acto contundente de quebrar son el ejercicio perfecto para sublimar toda clase de odios, violencias y negatividades. Así, no sobran las piñatas que representan presidentes no queridos o a otras figuras públicas que no está de más romper.
Por otro lado, la piñata, en su plasticidad, es un vehículo perfecto para ser creativos e ingeniosos y en un guiño a la muy presente nostalgia millennial, te presentamos piñatas perfectas para tu posada contemporánea.