Odiada o amada, Frida Kahlo jamás es indiferente a nadie. Su vida y arte es conocido en todo el mundo, y celebrada por por sus fervientes admiradores. Pero, para sorpresa de muchos, aquellos que detestan a esta figura parecieran no ser menos que aquellos que la veneran.
La polarización que existe entre las multitudes no es casual, parece ser, que como en su pintura: Las dos Fridas, la figura de la artista se ha dividido en el imaginario colectivo. Como dice el refrán, “del amor al odio hay un sólo paso”.
El dolo como belleza o la visión de la suFrida
La relación dolor-arte es una de las premisas de Frida Kahlo, sin una vivencia de sus heridas, su figura sería el de una mujer rota, imagen irónica, debido a su condición física. Esta unión, tragedia-inspiración, es, para los que la aman, un atributo. Una muestra de auto-aceptación y grito de vitalidad. De allí el atractivo de que su vida y pintura se desdibuje en un mismo trazo y que su amigo Carlos Pellicer, supo retratarlo en un poema dedicado a la artista:
“Estás toda clavada de claveles. Fuego a la sangre pegan los pinceles”
Paradójicamente, la relación sufrimiento y pintura también alimenta el rechazo. Muchos lo observan como un grito desesperado por atención. El arte es conocido como un medio para realizar la catarsis de las dolencias del alma, pero, no por esto, todos los artistas han buscado enfocar sus obras de una manera tan personal como Frida Kahlo.
Los detractores de esta mexicana podrían interpretar esto como una manera parca de intentar llamar la atención. Si bien, en muchas obras el dolo y la tristeza están explícitas, el verdadero don del artista es crear un significado más allá. Sobre todo, universal.
En un mundo en el que todos han sido heridos, la alevosía con la que Frida a veces parece utilizar su dolor podría interpretarse como una manera de perpetrar su arte, debido a que no tiene un significado ulterior.
¿Ídola feminista o una pseudo-feminista?
Los seguidores de Frida Kahlo ven en esta mujer un ejemplo de fuerza y poder femenino. El que su arte haya logrado cobrar gran renombre, inclusive después del hecho de que su esposo es Diego Rivera, habla sobre su talento. La determinación de su visión parece ser única, a la vez que, en algunas de sus pinturas, hizo crítica hacia el machismo, como en su cuadro: Unos cuantos piquetitos, que con el título, hace alusión, y de manera sarcástica, a lo que hoy en día podría considerarse un feminicidio.
Abandona tu Diego Rivera
Los que no quieren a Frida, no ven en ella más que una mujer dependiente y autodestructiva. Los continuos amoríos y humillaciones que soportó de su esposo lo prueban. Sobre todo la relación que perpetuó Rivera con su hermana: Cristina Kahlo. Otra de las razones por las que sus opositores la odian es por el falso mito de feminismo que lleva consigo. Frida no sólo era una dependiente emocional, sino que dejaba a Diego, construir su imagen a gusto y libertad o, al menos, esto lo asegura Juan Carlos Boveri:
Rivera sabía hacer publicidad con sus “productos”: los vestidos largos y coloridos, los collares y las cejas cejijuntas forman parte de la imagen característica de Frida. Claro, a ella le gustaba vestirse a la europea pero, igual que la mayoría de las mujeres que terminan frustradas, por más Frida Kahlo que se sea, renuncia a lo que ella prefiere para darle el gusto a un marido que del machismo hace un culto y que considera que la mujer está para hacer lo que él diga.
El saber, o sospechar, que inclusive su vestidos fueron idea de su esposo, es algo que escandaliza. Duele ver a una de las más grandes ídolas de la pintura mexicana como alguien sin poder. Pero, sus admiradores dirán que esto es mentira y podrán como ejemplo sus cuadros. ¿Cómo dudar del talento de Frida si su creatividad está perpetuada en innumerables óleos?.
La diatriba entre los amantes y enemigos de su figura y arte nunca acabará. Y no importa quién tenga la razón o, si realmente hay una. La única verdad es que, a lo largo del tiempo, la artista mexicana se ha vuelto como su arte y vida: dos Fridas que el mundo ama y detesta.