De entre las creencias más ortodoxas que existen en México, la del “Mal de ojo” es una de las más antiguas que existen. Aunque ha tomado gran relevancia en el diccionario de mitos y leyendas populares, se trata de una de las creencias que mayor difusión ha tenido a nivel mundial por una simple razón: la mirada emite poder.
Pulsera conocida como ojo de venado para el mal de ojo
Al menos desde una de las civilizaciones primigenias de la que tenemos conciencia –la egipcia–, el mal de ojo ha tenido gran relevancia en la lista de enfermedades derivadas de la transmisión de energía de persona a persona.
Se le ha atribuido el carácter de enfermedad puesto que las personas que han afirmado sentirse víctimas de este mal denotan una serie de síntomas, tales como diarrea, vómito y depresión.
El investigador y noble multifacético Enrique de Villena –alias el Nigromante–, escribió en el año de 1425 su Tratado de fascinación que –entre otros textos parecidos, como su Tratado de la alquimia–, intentaba evidenciar las capacidades enérgicas que tanto un ser humano como la tierra y sus componentes han de poseer. Al fenómeno del mal de ojo Villena lo llamó “fascinación” (o aojamiento), puesto que las causas de esta extraña enfermedad, según los expertos en medicina tradicional de la época, se debían primordialmente a la envidia y el deseo de posesión por sobre otra persona.
Según informes de estudios etnográficos y de medicina tradicional mexicanos, el mal de ojo es hoy una especie de ley universal bajo la cual se dicta que existen personas con la capacidad de enfermar a otros por medio de la vista. Ya sea bajo voluntad o involuntariamente, se trata de una cualidad con la que dicha persona nace, una mirada más que profunda, capaz de emitir vibraciones negativas a los cuerpos. A ellas usualmente se les atribuye una mirada fuerte.
Sellos y amuletos
Pero el mal de ojo no es sólo de relevancia en México. Como anteriormente mencionamos, se trata de una creencia milenaria, que desde civilizaciones como la egipcia o griega se ha contrarrestado con sellos o amuletos. Contrario a lo que pensaríamos, un sello en aquél entonces figuraba como un signo sagrado del que habrían de aceptarse sus consecuencias una vez que un faraón o líder daba fe mediante uno de ellos. Pero, para civilizaciones tan antiguas como éstas, era posible desencadenar la tragedia tan solo con una mirada. Para ello acudían a los amuletos.
Algunos de los más comunes son el ojo de Horus y el nazar (egipcio y griego respectivamente) que simulan una especie de ojo reflector.
En México existen varios signos tradicionales para evitar el mal de ojo. Figuran los amuletos como las semillas de ojo de venado, los cordones rojos o inclusive la imagen de un santo.
¿Herencia castellana o superstición de lo diabólico?
No sé tiene la certeza de cuándo apareció esta creencia en México, sin embargo, se puede deducir que comenzó a rondar a partir de una época: 1571, el año en que oficialmente se estableció el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México. Herejía, prácticas satánicas y hechicería eran las condenas más famosas de esta institución que llegó a ejecutar a innumerables personas (principalmente judíos) en México, a través de la tortura. Toda práctica contraria a los dogmas de la iglesia (eso incluía las prácticas ritualistas de los indígenas) eran castigadas con la muerte.
A partir de esa época, las “buenas” personas estaban encargadas de delatar a quien descubrieran en practicas extrañas. La paranoia social no se dejó extrañar y con ella las innumerables leyendas de diablos, brujas y duendes.
Frente a un México lleno de estas terribles criaturas que eran capaces de efectuar el “mal de ojo” especialmente a los niños y a las embarazadas, era imprescindible hacerse de amuletos, remedios caseros y limpias con huevo y hierbas para curar este inexplicable mal que de mito pasaba a ser una realidad que sufría el cuerpo.
Por ejemplo, los nahuas del Estado de México, Morelos y Puebla, así como los zapotecos oaxaqueños de Mitla, advirtieron en un estudio que los brujos provocan el mal de ojo con sus poderes. De igual manera, los purépechas aseguran que la risa de una hechicera desencadena la dolencia en aquel que la escuche.
Pero lo que al parecer fue una superstición de conquista, también tuvo una variación similar en épocas prehispánicas. Investigadores como López Agustin, atribuyen el mal de ojo una simbiosis ideológica entre occidente y el nuevo mundo:
…es posible percibir que en los lugares menos aculturados como Chenaló [Chenalhó], el ‘mal de ojo’ tiene nombre indígena, kelsat, y es causado por personas de calor extraordinario y mirada penetrante. En otros lugares con mayor influencia externa, comienzan a añadirse otras ideas como las de envidia, hechicería, rencor, venganza o miradas de animales determinados, confundiéndose así con el complejo de creencias llegadas de Europa con el nombre de ‘mal de ojo’
Mito o realidad, el mal de ojo ha sido un mal, una enfermedad, un miedo y una vibración enigmática entre los cuerpos de la que difícilmente nos hemos olvidado. Al final, las miradas penetrantes siempre estarán ahí, para recordárnoslo.
*Fuentes:
Medicinatradicionalmexicana.unam.mx
La literatura de fascinación española en el siglo XV
Breve historia del antiguo Egipto
*Imágenes: 3) nwolkenh flickr; 4)Gloria Gallardo flickr