La identidad es un asunto que nos elude. Describirla o narrarla es prácticamente imposible; estamos hablando de un fenómeno vivo, que siempre está siendo impactado por su entorno; prácticamente un fluido, que, como el agua, va cambiando de forma mientras se desplaza a lo largo del tiempo y el espacio. ¿Cómo narrar entonces la identidad mexicana? Habría que encontrar un elemento inherente a la misma, una forma fija que sea compartida por todos los que sienten una filiación hacia ella.
El arte hace intentos por articular esa narración. Pero el arte mexicano no siempre habla de la mexicanidad, y el que sí lo hace, habla de una identidad que se presume concreta, pero que no acaba de poder comprender al vaporoso concepto que envuelve a todos los que nacimos en este país.
Lo mexicano narrado desde el arte contemporáneo
Por otro lado, las narrativas lineales — que se valen de lugares comunes y prejuicios para convocar a los sujetos que representan — han sido abandonadas por artistas que experimentan con técnicas contemporáneas. A través de ellas, imaginan y describen, simultáneamente, identidades fragmentarias: procesos inacabados o en construcción permanente, que se rompen y reconstruyen en cada momento. Las particularidades que enmarcan a estas identidades en "lo mexicano", son formas históricas y culturales de ser que ejecutamos con el anhelo de reconocernos como parte de una comunidad. Son las formas que aprendimos de nuestras familias, de nuestro cine, televisión y también de nuestro arte. Pero no podemos evitar que estas formas, casi tradicionales, se desgasten y modifiquen al ser ejecutadas cotidianamente y al someterse a una realidad caótica.
Vale la pena narrar las vidas mexicanas desde las intenciones y los modos estéticos adoptados por los artistas contemporáneos, porque relatan con mucha fidelidad la experiencia de vivir, en este tiempo, dentro del marco de lo mexicano. Además, a partir del uso de nuevas técnicas y tecnologías, formatos y métodos de conceptualización, se puede seguir ensamblando patrimonio y construyendo memoria cultural.
Resonar: lo mexicano narrado desde su propio surrealismo
La pieza de arte sonoro Resonar (2016) forma parte de un proyecto del Centro de Cultura Digital, que pretende investigar y experimentar con formas de generar escritura, de forma colectiva y a través de formatos múltiples. La pieza, conformada como un audiovisual — en donde el sonido es el protagonista —, fue diseñada por un equipo de once personas, coordinado por el artista tapatío Israel Martínez, con la intención de trazar una narración sobre la Ciudad de México. El trayecto en la ciudad, la muerte, el habla popular y la gentrificación son los cuatro ejes que se despliegan en esta pieza interactiva. Los espectadores se convierten en usuarios mientras exploran el complejísimo plano múltiple, de imágenes y audios que conforman Resonar.
La pieza es una experiencia solitaria. El sujeto que se adentre en ella tiene la posibilidad de explorarla a su propio ritmo, desde su propia computadora. Además, se recomienda utilizar audífonos, para concentrar la atención sólo en los sonidos que los artistas eligieron y configuraron. El conjunto de audio e imágenes, conforman un todo sublime que maravilla y abruma. La complejidad de la pieza también reside en que las intenciones e inquietudes de once personas distintas, se conjuntan en un solo objeto artístico que es al mismo tiempo, unidad y diversidad. Mientras que uno la puede leer y experimentar como si fuera un solo discurso, no deja de presentarse como visión múltiple.
Como si se tratara de una película de David Lynch, la pieza presenta una visión surreal de la vida cotidiana en la capital mexicana, en donde sucesos que parecen sueños o alucinaciones se mezclan con eventos que se dicen reales, pero tienen una cualidad artificiosa o absurda, que les resta consistencia. De la misma manera, los sonidos conocidos de la calle, las personas, los automóviles y algunos fragmentos de música popular, son interrumpidos, a veces por sonidos sutiles e irreconocibles y otras por ruidos ensordecedores y casi indescriptibles.
El glitch o distorsiones en la imagen y audio, recuerdan también a un elemento de la mexicanidad contemporánea: momentos de absurdo y desorden que se mezclan con la normalidad del día a día. Los loops o repeticiones, parecen representar los componentes de la vida en México que se repiten una y otra vez, algunos que guardamos por nostalgia y cariño y otros que seguimos forzado, por costumbre, aunque ya no nos sirvan. Los huecos, los silencios, la alusión a lo oscuro, lo inhabitado e inhóspito, lo abandonado y peligroso y lo fantasmal, nos habla de las fugas, de los múltiples lugares de caos que parchamos y luego dejamos de lado. Por último, los exabruptos, las manifestaciones inesperadas de violencia, en representación de la muerte súbita.
La pieza mantiene un tono sórdido, pero es maravillosa en tanto que dialoga directamente con su entorno, involucrando a los sujetos que lo habitan, haciéndonos reflexionar sobre las cosas que significamos y las que decidimos olvidar, cuando narramos y nos narramos nuestra propia identidad, como parte de la Ciudad de México, o como miembros del país que esta capital representa.
¿Por qué narrar la identidad mexicana?
La forma en que narramos la identidad mexicana es también la representación que decidimos encarnar de lo que es y no es lo mexicano. Atreverse a reflexionar sobre lo sórdido, lo surreal y lo molesto de nuestras formas de vida a través del ejercicio del arte, es una manera de dialogar con ello y empezar a modificarlo. Hacerlo en conjunto, pero sin llegar al consenso, asegura que la pregunta por la identidad mexicana no deje de ser un asunto comunitario, pero siempre diverso, siempre cambiante, en choque y en construcción.
Experimenta resonar aquí.
*Imágenes: capturas de la pieza audiovisual “Resonar” – centroculturadigital.mx