Dentro de los paraísos también existen las taxonomías, las largas listas de especies, las colecciones extrañas. Así, cualquier lugar que tenga algún encanto guarda dentro de sí un catálogo de maravillas que se expanden ante la mirada curiosa. Este es el caso de Tropicamer, en apariencia una selva sistematizada, pero que va develando, poco a poco, su carácter de galería y su disposición para hospedar especies de los lugares más remotos del mundo.
El rancho "Tropicamer" fue fundado en 1989 por el cardiólogo mexicano Félix Montes, quien, junto con su familia, adquirió un terreno de treinta hectáreas en la zona agrícola de San Vicente, en la Bahía de Banderas, Nayarit. En un principio, el terreno era solamente kilómetros y kilómetros de árboles de mangos y de lychees, hasta que en 1990, el Dr. Montes trajo de contrabando las primeras semillas de palma desde la Bienal de Venezuela, y, lo que comenzó como un mero pasatiempo, gracias a estas primeras semillas, se convirtió en una de las producciones de palmas y plantas tropicales más importantes de México.
Gracias al insuperable clima selvático de Nayarit y a la ayuda de su familia, el Dr. no solo logró reproducir desmedidamente su producción de palmas, sino germinar semillas exóticas que, también a escondidas, fue trayendo de sus viajes por Asia, Estados Unidos, África y Europa. El frenesí del coleccionista cobró una gigantesca vida tropical. Algunas de las especies que se encuentran aquí, además de las ochenta variedades de palma, son: Heliconias, Bromelias, lianas, plantas acuáticas (como la impresionante Victoria Amazónica y los Lotos), y el mítico Baobab que siempre nos remitirá a El Principito. La compulsiva colección de especies raras de Tropicamer es un espectáculo que difícilmente podríamos ver en otro lugar.
La familia Montes, a diferencia de los coleccionistas comunes, que, como decía Walter Benjamin, "están enamorados del sex-appeal de lo inorgánico", logra develar un fetiche por la textura, el olor, las pequeñas variaciones de color y las sombras de especies orgánicas que dentro de su reproducción masiva son únicas en el mundo.
Desde el 2004, su hija Ingrid, quien estudió paisajismo en Tailandia diseñando el jardín de la princesa, ha estado a cargo del rancho, que ahora se dedica a la venta de palmeras y plantas de mantenimiento orgánico para toda la república. Cabe destacar que las enredaderas también son amantes de las palmas, y se enredan en ellas como empiernadas hasta alcanzar las cimas más altas.
Imágenes: 1)genforlandscaping.com.mx