El fervor religioso en México se manifiesta de forma palpable, incluso punzante. Aquí las creencias exudan pasión –aunque lo hacen de manera distinguida pues rara vez caen en el fanatismo violento o formas similares. Y originadas muchas de estas expresiones en un efervescente sincretismo, entonces podemos apreciar como en este país a los santos se les abraza, literalmente, con la fe.
Cada barrio, cada pueblo, tiene un día indiscutiblemente especial en su calendario, el día de su santo. Así, estas figuras ejercen su calidad de verdaderos patronos de una comunidad. Pero también, más allá del santo que corona el nombre de una persona, tu nombre, o del que cobija a tu pueblo, hay unos cuantos que podríamos considerar como los preferidos. Y la devoción hacia ellos es, generalmente después de la que se profesa ante la virgencita, en verdad intensa.
Al hablar de santos predilectos en México es casi imposible no mirar, casi instantáneamente, en dirección a San Judas Tadeo. Se trata de uno de los doce apóstoles de Jesús que, al menos en el contexto bíblico, destaca por ser tan discreto como respetado. Con el tiempo se le adjudicaría el título de patrono de las causas más difíciles, desesperadas o, incluso, cuasi-imposibles. Quizá por eso, por las hazañas que miles de fieles le atribuyen a lo largo de la historia, es que "San Juditas" es tan querido.
Pero sabias como lo son a veces las creencias religiosas que profesamos los mexicanos, se dice que San Judas no canaliza deseos abruptos hacia el plano de los milagros. Para tomar en cuenta las peticiones se requiere de un combustible que detone su destellante generosidad: el buscar algo con el corazón. Sea la cura para una misteriosa y tal vez mortal enfermedad, el reencuentro con un ser querido que se extravió en el camino o la posibilidad de recuperar a ese gran amor que, ya sea por méritos propios o por cruel infortuna, perdiste, San Juditas puede ayudarte, siempre y cuando tu corazón esté por delante –y no como ofrenda, sino como pasaporte al mundo de lo portento–.
Así, todo aquel que sea capaz de purificar su deseo podrá encontrar en manos de este santo un vehículo para materializarlo en milagro. Es San Judas, el patrono de la esperanza, el que escucha tu llanto mientras sea genuino y entonces te cobija con lo imposible.