Entre el espectáculo que ofrece nuestra bóveda celeste, está el del avistamiento de la Vía Láctea, llamada por numerosas culturas de distinta manera.
Para los griegos se trataba de la leche derramada del pecho de la diosa Hera, la reina de los dioses (Juno para los romanos). Se trata de una galaxia espiral donde se encuentra nuestro sistema solar. Esta tenue banda de luz se ve así ya que está compuesta por entre 200 000 y 400 000 millones de estrellas; este precioso conglomerado es perceptible para nosotros apenas como esa franja blanca y brillosa, una banda de luz que sigue fascinando a los estudiosos.
Como sabemos, la maya fue una de las civilizaciones que más estudió el cielo, sobre todo porque advirtió que todo lo que ocurre en la Tierra son ciclos, influenciados enormemente por lo que ocurre allá arriba. Conocían, gracias a su observación, la periodicidad de los eclipses, y por ende podían predecirlos. También predecían la salida heliaca de Venus, y con gran exactitud conocían las revoluciones sinódicas de los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno; también entendieron los períodos de la luna, del sol y de estrellas como las Pléyades.
La Vía Láctea, cuando es visible, aparece como una borrosa banda de luz blanca alrededor de toda la esfera celeste. El fenómeno visual se debe a estrellas y otros materiales que se hallan sobre el plano de la galaxia, como el gas interestelar. Cuando aparece más brillante es en la dirección de la constelación de Sagitario, hacia el centro de la galaxia.
En la cosmovisión de los mayas, influenciada enormemente por su medición del tiempo, y este último ligado estrechamente a los ciclos de los astros, la Vía Láctea fue muy importante: la nombraron Wakah Chan: Wak significa “erguido”, Chan o K’an “cuatro”, “serpiente” o “cielo”. Waka Chan fue también el nombre que asignaron al gran árbol cósmico, imprescindible en su mitología de la creación del universo; representado mediante un árbol en flor alto y majestuoso, el Ceiba.
La gran ceiba cósmica, un símbolo maya del centro del mundo, y a sus lados está representada la gran pareja divina. Páginas 76-75 del Códice Madrid.
Hunal Yeh levantó al cielo y lo apoyó con un árbol Wakah Chan, en el centro del universo. (…) En un principio se elevó el cielo de las aguas de origen y posteriormente se erigió un árbol de apoyo como el eje central del universo. (…) En el centro se ecnontraba el Wakah Chan, el gran árbol cósmico, que había sido levantado a un año de la creación. (Eggebrecht,2001)
Los mayas observaron que en los meses de invierno la Vía Láctea se desplegaba como nunca en el resto del año en el cielo, y fue llamada “serpiente blanca deshuesada”. También encontraron que cuando Sagitario está por encima del horizonte, la Vía Láctea sale por encima del horizonte y cruza el meridiano; en ese momento es cuando El Árbol del Mundo se encuentra en su cenit.
Wakah Chan fue fundamental en su mitología de la creación, y también en su concepción sobre el origen del universo; los ciclos de la Vía Láctea fueron un eje, tanto para medir el tiempo, como para celebrar la preservación de la vida; de algún modo fue una brújula de su propia aparición y preservación en la Tierra.
*Imágenes:
1)Devianart.com / JacquelineBarkla; 2)Páginas 76-75 del Códice Madrid.
*Fuente: