Más allá de perder vigencia, el día de muertos celebrado en México el 1 y 2 de noviembre, cada vez genera más fascinación en el mundo. En los últimos años en México se han activado inusuales desfiles de catrinas y calaveras y en las redes sociales es cada vez más común ver fotografías de personas que conmemoran esta fiestas.
Es una de las tradiciones mexicanas más afianzadas, y cuyo origen, es de época prehispánica. En Juchitán, Oaxaca, los zapotecas inician la celebración del día de la visita de los muertos desde el 22 de octubre y durante nueve días hacen rezos para pedir por el descanso de los queridos difuntos y que regresen a casa el Día de Todos los Santos (el 1 de noviembre). A este rito se le llama Xanduu´Yaa.
Los rezos
Estos se hacen durante 9 días, como decíamos antes, en conjunto con la construcción de altares y con la asesoría de un rezador oficial que vista varias casas. Cabe anotar que para los gastos de esta celebración los vecinos cooperan con la tradicional y loable práctica comunitaria conocida como el tequio.
A la entrada de las casas, los zapotecas colocan en la puerta un arco de azúcar y tallos de plátano adornado con naranjas, manzanas y cocos. Se coloca un altar al interior de la casa, solo para los difuntos que fallecieron antes de junio, los que hayan fallecido después serán invitados para el próximo Xanduu´Yaa.
El difunto al que se le reza durante estos nueve días, recibe visitas, por lo que el dueño de la casa ofrece café y pan, un festín que culmina en el Día de Muertos con una tamaliza, en la que, en el panteón, los familiares y seres queridos celebran junto a sus muertos.
Los altares del Xanduu´Yaa son adornados con papel de china, frutas, incluso botellas de cerveza o mezcal, panes, etc., En general se alude a los gustos de la personas fallecida.
"El calendario zapoteca de 260 días nos recuerda cómo los indígenas zapotecas nunca aceptaron el calendario católico y por esta razón aquí recibimos a nuestros difuntos a fines de octubre y no el Día de Todos los Santos: el 2 de noviembre" cuenta Tomás Chiñas.
*Imagen: Altar escalonado/ Revolución 3.0