"La palabra amor no existe en mi zapoteco", dice contundente Agustín Enríquez de la Rosa, mientras con parsimonia pela una naranja. Agustín aprendió a hablar español a los ocho años, cuando comenzó a ir a la escuela. Nació en 1934 en el barrio de Cheguigo, próximo a la Ciudad de Ixtepec, en el Itsmo de Oaxaca. "A mí no me enseñaron a amar a las personas, aprendí a tenerles voluntad", expresa con orgullo. Sus ojos brillan, el reflejo del sol en sus pupilas delata prominentes cataratas, su visión es borrosa.
Somos de las nubes
El anciano mira al cielo, lo señala y cuenta "mi pueblo viene de allá, no somos zapotecos, somos Binnizá, vinimos de las nubes. No puedo ver tu cara pero sí de donde vengo", concluye y sonríe. Binnizá, como los zapotecos del Itsmo se reconocen y llaman a sí mismos, se compone de dos vocablos: binni, que significa gente; y za, nube; "gente que viene de las nubes". El nombre: zapoteco es una derivación del término náhuatl: Tzapotécatl, quiere decir "el pueblo del zapote". Tzapotécatl era como llamaban los mexicas a los Binnizá. Los españoles a su arribo simplificaron la pronunciación como la conocemos ahora: zapoteca.
Agustín recuerda: "El zapoteco de Cheguigo era bronco, sólo se hablaba, casi no tenía palabras dulces, por ejemplo, no podía decir `te extraño´. Aprendí de la ternura al hablar el español. En Juchitán sí se escribía el diidxazá [zapoteco], el zapoteco de ellos tiene más palabras, incluso había un diccionario en el Palacio Municipal. Hablamos zapoteco, pero no es el mismo para todos, es distinto el de mi Cheguigo, al de Ixtepec, Juchitán o el de Tehuantepec, el mío es más sencillo". Se ríe y mientras mastica su naranja me mira con picardía: "cuando queríamos a una muchacha le decíamos: nashiía li, si éramos correspondidos ella contestaba napa volunta li, quiere decir `te tengo voluntad a ti´. Tenerle voluntad a alguien es estar dispuesto a hacer lo que sea por esa persona. Las palabras están vacías, es el tono, al decirlas, lo que habla del corazón de las personas". Después de esta sentencia suelta una carcajada, le faltan tres dientes frontales, pero eso no lo inhibe para mostrar su gusto por la vida.
El zapoteco es una macrolengua con más de sesenta y dos variantes lingüísticas, tiene más de ochocientos mil hablantes. A pesar del uso generalizado del español, el zapoteco del Itsmo de Oaxaca: diidxadá, es una lengua viva, en evolución. Muchos lingüistas están dedicados a esclarecer su semántica, lexicología y gramática. Pertenece al tronco de lenguas mesoamericano llamado otomangue. Se calcula que el diidxazá, como llaman a su idioma los hablantes del Itsmo, surgió aproximadamente hace cuatro mil quinientos años. Diidxadá es una palabra compuesta, didxa quiere decir palabra, lengua, y zaa, nube, es decir, palabra del país o nación de las nubes, palabra-nube.
Didxa principio divino y filosófico
Didxa quiere decir palabra pero encierra un significado de orden lógico, en él se sintetiza la particular forma de ver el mundo de los Binnizá, su cosmovisión. El término didxa permite explicar las cosas relacionándolas gradual y jerárquicamente con el origen: guenda. Guenda quiere decir virtud, espíritu, origen, de la fuente, raíces, nagual, alma, don, facultad, prístino. Guenda también es ser, entendido como término ontológico, es decir, reconocimiento de existencia consciente. Guenda es la gran parturienta de dónde todo nace, es el ser y el origen de todo ser. La gente del Istmo viene de las nubes nace de guenda, son virtud porque pueden expresarse gracias a didxa, la palabra.
Didxa, palabra, es capacidad de nombrar, de entender, pero el conocimiento de las cosas para los Binnizá es posible gracias a la comprensión de su origen, inteligir es la existencia misma. Así explicó en 1955, Gregorio López y López la filosofía implícita en el idioma zapoteco. Para dilucidar conceptos como didxa, guenda y binigula`sa´, entre otros, usó como refrente los criterios griegos logos y areté. Conforme a esa interpretación, Didxa para los Binnizá, es la acción del hombre cuando se explica a sí mismo y a su entorno, hacerlo es la virtud. Toda disertación, todo discurso, para los Binnizá nace de la virtud, sin ella no hay capacidad de nombrar, de expresarse. Palabra y razón son virtud. Existir es entender el origen, la relación de cada cosa con guenda, la gran parturienta. El hombre al comprender puede expresarse, así reconoce su origen, experimenta el sentido de pertenencia, visualiza su diferencia, existe.
Lo femenino es potencia creadora
Para los zapotecos prehispánicos "El dios supremo fue Trece Movimiento, llamado Coqui Xee, Coquitela, o Pije Xoo, fue el principio creador de toda transformación, era la energía, el movimiento universal. Simbolizaba las 13 apariciones de la Luna durante los 365 días del ciclo anual." Así explica Guido Munch, uno de los grandes estudiosos de la teogonía zapoteca, el principio creador del universo de los Binnizá. El Dios Trece Movimiento no tiene género, su fuerza viene de la Luna, de lo femenino como potencia creadora. El eterno devenir para los Binnizá se explica por la Luna, a diferencia de otros pueblos donde el principio es el sol.
La repetición de los ciclos lunares a lo largo del año dio lugar a la idea de un solo Dios con 13 características diferentes. Cada característica es una advocación y se manifiesta en una dualidad. Dice Munch: "[…] los 13 dioses principales de la teogonía zapoteca, los rectores del calendario ritual, son manifestaciones diferentes del mismo Dios. Trece Movimiento fue el creador de la luz y la oscuridad, esta primera pareja se simboliza con la diosa Guacamaya y el dios Tecolote".
Hay una amplia polémica sobre cómo esta teogonía ha labrado la cultura cotidiana zapoteca del Itsmo donde las mujeres tienen un papel protagónico y, lo femenino, escapa a las teorías feministas contemporáneas o de cualquier otro tipo. Lo femenino es la energía del mundo, fuerza creadora, no reconoce lo binario, la polaridad, los opuestos, no entraña definiciones de género.
Los Binnizá, aprendieron de los Binigulazaa, personajes de uno de los mitos más importantes de la cultura zapoteca del Itsmo. Los Binigulazaa enseñaron a los zapotecos su origen y la voluntad divina, son gente que viene de las nubes. Wilfredo C. Cruz, Grabriel López Chiñas y Andrés Henestroza, a través de su trabajo literario, trataron de reconstruir el mito de los Binigulazaa. Los Binnizá creen que los Binigulazaa "descendieron de nubes en forma de aves hermosísimas, de plumaje multicolor y de extraños y melodiosos cantos […] Eran los más valientes guerreros y los más ilustres sacerdotes. Eran de alta estatura y algunos dicen que tuvieron una talla gigante. Eran magos, médicos y adivinos y sabían leer en los cielos estrellados los caprichos del futuro". Así los describe Gabriel López Chiñas en su libro Los Vinigulasa.
El mito de los Binigulazaa habla de seres extraordinarios, cuyo destino era ser la expresión de la voluntad divina. Dice Gregorio López y López " El amor (guendaranaxhí) es quien engendra, en el seno de guenda a los verdaderos espíritus; es quien los colma de gracias y dones y quien fija y asigna a cada uno su peculiar e inefable destino. […] Guenda sólo concibe por el amor y los hijos que pare son, consiguientemente, frutos del amor." Amor y voluntad son lo mismo en algunas variantes del zapoteco.
La fuerza de las palabras y el amor
Agustín se sabe Binnizá, es manifstación de lo divino, sus ancestros vinieron de las nubes. No trata de explicarse su pasado ni el de su estirpe. Práctica didxa, reconoce guenda, y como en el libro de Andrés Henestroza, Los hombres que dispersó la danza, sólo nombra. No tiene ninguna pretensión de analizar, no cuestiona, ni se explica, sigue los prinpicipios aprendidos en su familia y le permite a la vida enriquecerlo con el contacto de lo diferente a él y aprende de otras culturas. Goza al ser escuchado y así habla del amor: "yo, como Binnizá, le tengo voluntad a mi esposa, también, como buen cristiano, le tengo amor y siento ternura por ella. Hemos pasado cosas muy duras juntos. Ella no me ha abandonado ni yo a ella. Llevamos 57 años juntos y le sigo diciendo nashiía li. Aunque ella no entiende diidxazá, con sus actos, a pesar de sus quejas y de enojarse conmigo, me dice todos los días napa volunta li."
Bibliografía
- Los hombres que dispersó la danza, Andrés Henestroza, Miguel Ángel Porrúa.
- Los Vinigulasa, Gabriel López Chiñas, UNAM.
- Guido Munch
- Gregorio López y López
- Zapotecas del Istmo de Tehuantepec, Elena Acosta Márquez, Comisión Nacional para el desarrollo de los Pueblos Indígenas.
- Leticia Reina