En 2013 visitó México uno de los artistas más excéntricos de nuestro tiempo. David Choe, pintor y muralista coreano-americano, bien podría ser llamado el "rey del capitalismo tardìo" por su estilo intenso, su presencia controversial en los medios, la forma en la que mezcla indiscriminadamente toda clase de referencias pop y porque se hizo famoso después de que le pagaron una de sus primeras piezas monumentales con acciones de Facebook. Sí, sin duda su figura es muy contemporánea.
Aunque una de sus movidas más divertidas fue reunirse con el último surrealista vivo del país: el artista mexicano Pedro Friedeberg, conocido por sus increíbles pinturas y magníficas piezas de diseño (entre ellas, la icónica "Mano-Silla"). Friedeberg trabajó de cerca con otros grandes como Mathías Goeritz, Leonora Carrington y Alicia Rahon. Como Choe, se ha ganado una reputación de excéntrico por sus piezas y sus comentarios sobre el arte contemporáneo.
De este improbable encuentro quedó un registro fantástico: 4 cadáveres exquisitos. Como buenos surrealistas, Choe y el artista mexicano no pudieron evitar jugar el clásico juego de los veintes. Si nunca lo has jugado, tienes que intentarlo, porque los resultados dejan preciosas pistas sobre lo que hay en tus entrañas.
Bestiario de criaturas fantásticas en el arte mexicano (GALERÍA)
La técnica fue inventada por los surrealistas de antaño (liderados por el mítico André Breton) y consiste generar personajes o textos completamente nuevos, realizando una mezcla más o menos aleatoria. El primer jugador debe escribir una frase o dibujar el principio de un personaje en una hoja de papel. A continuación dobla la hoja, ocultando todo excepto los últimos trazos del dibujo o la última palabra y lo pasa al siguiente jugador que continúa el dibujo o texto con base en esta pista. Los resultados siempre son incalculables y muy divertidos.
El ejercicio ha sido hecho a lo largo de la historia por otros artistas como Tristan Tzara, Paul Éluard, Neruda y García Lorca, Nicanor Parra y Vicente Huidobro, entre otros. Muchos de ellos lo hacían bajo el influjo de alucinógenos o alcohol, vertiendo en el papel la más auténtica expresión de sus fantasías, revelándose y también exhibiendo sus sensaciones hacia los compañeros de juego. Se dice que el artista gráfico Max Ernst calificó al juego de un "barómetro de los contagios intelectuales en un círculo de creadores".
De la combinación entre Choe y Friedeberg surgieron estos extraños personajes: