Curiosamente, una de las primeras películas de Ciencia Ficción mexicana de las que se tiene registro, es una creada por Felipe de Jesús Haro titulada El grito de Dolores. Filmada en 1907, la proyección fue exhibida de manera obligatoria cada 15 de septiembre durante tres años, a propósito de las fiestas patrias.
La relación que presume el mexicano con el cine recoge temáticas sorpresivas que transgreden las políticas del arte, siendo títulos como El grito de Dolores, un ejemplo notable de que en México la ficción se diluye con la realidad en sus constantes roces con el surrealismo.
El cine mexicano ha vivificado varios géneros cinematográficos a lo largo de su historia y de alguna manera los ha reinventado con peculiar estilo para otorgarles una personalidad exótica. Con algunas películas que han alcanzado el estatus de “culto” y otras manifestaciones que coquetean en extremo con la fantasía, –historias delirantes en las que luchadores, extraterrestres, robots, científicos, criaturas extrañas, mujeres sexis y toda clase de personajes peculiares se ven correlacionados en un escenario por demás extraordinario–, se dice que el cine mexicano ha albergado una cantidad descomunal de películas de ciencia ficción, sobre todo entre las décadas de los 60’s y 70’s –se crearon al menos unas 100 películas durante esta época.
El primer cine de ficción
Emilio García Riera refiere en su libro Historia del cine mexicano que la principal característica que hace del cine una ficción es su modo teatro. Esto es, un cine que disimula como tal. De ahí que de las primeras muestras que arrojaron algunos pequeños umbrales al futuro de la ficción fueran cortos como el creado en 1896 por los franceses Bernard y Vayre, empleados de los Lumière en México, una reconstrucción de un duelo con pistolas que retomaba escenarios de otras películas de la época.
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Además de la ya mencionada película de Felipe Haro la ficción cinematográfica mexicana dio lugar a otras proyecciones de carácter histórico, tales como El suplicio de Cuauhtémoc (1910) y Colon. Algo particularmente interesante resulta de encontrar este tipo de temáticas en la ficción nacional, como si el mexicano supiese –no consciente– de que su historia, ha sido producto de la introducción de una máquina extranjera, cuya principal novedad es la proyección siempre de la fantasía, meros escenarios que están y no están al mismo tiempo –contraespacios–, que discurren en la realidad siempre como una yuxtaposición, o como una heterotopia.
Cabe destacar que a la llegada del cine a México, muchas personas salían de la función atemorizadas por la imagen en movimiento.
Entre los años 20 y 30, se producían cerca de 10 películas anuales de cine de ficción, sin embargo, no era un número relevante si comparamos que Hollywood para entonces ya producía cerca de unas 800 películas de ficción al año. Sin embargo, para algunos, la primera película mexicana de ciencia ficción como tal, fue El Moderno Barba Azul, dirigida por Jaime Salvador en 1946. Le siguieron cintas como Los Platos Voladores de Julián Soler en 1955 y El Hombre que logró ser Invisible, de Alfredo B. Crevenna en 1957.
En los años 60’s el chileno-judío-francés-mexicano Alexandro Jodorowsky y el colombiano Rene Rebetez, lanzaron los dos únicos números de la revista de ciencia ficción y surrealismo Crononauta. En estas publicaciones se dieron a conocer algunos de los primeros escritores mexicanos de ciencia ficción. También se encontraba el ensayo La ciencia ficción: Cuarta dimensión de la literatura (1966), publicado por la Secretaría de Educación Pública y que sorpresivamente se incluyó como libro de texto en las secundarias oficiales.
Durante esta década podemos incluir una de las ficciones mexicanas más populares que hasta nuestros días han dejado secuelas: las películas de luchadores. La serie de películas del Santo es un hito cultural que a muchos extranjeros ha sorprendido. Si bien se le ha catalogado de extremo surrealista, películas como Santo contra Blue Demon en la Atlántida (1969), Santo y Blue Demon contra los monstruos (1969), Santo frente a la muerte y Santo contra las mujeres vampiro (1970), encajan perfecto en la hiperrealidad del cine mexicano de la época.
Otras cintas que no pueden olvidarse son Profanadores de tumbas de José Díaz Morales en 1965, La invasión de los marcianos de Alfredo B. Crevenna en 1966, La hija de Frankenstein de Miguel M. Delgado en 1971 y Los asesinos de otros mundos, de Rubén Galindo de 1971.
Gracias a este auge, en los años sesenta, surgió también la primera generación de escritores mexicanos de ciencia ficción (Juan Aroca Sanz, Carlos Olvera, Agustín Cortés Gaviño, Jaime Cárdena, Antonio Sánchez Galindo, Arturo e Irene Gutiérrez y Jorge Tenorio Bahena). Cabe destacar que durante esta época fueron muy famosos los cómics y cuentos de ficción, mismos que llegaron a México también, en los años 70s.
Se cree que en los años 70’s el cine de ficción mexicano decayó exponencialmente, a grado que tal que apenas se logró ver un renacimiento en los años 90s, con películas como Arma secreta de Sergio Goyri. Y aunque hoy en día no se hacen tantas películas de ficción como en esta acentuada época –quizás, una de las que deberíamos haber llamado también “época de oro”–, la realidad es que la ficción es, paradójicamente, una realidad de todos los días para el mexicano, que no descarta la posibilidad de que una extraña invención foránea sigue difuminando su historia, manteniéndole en constante fantasía. Pero, de extraterrestres, robots, científicos dementes y criaturas extrañas, el surrealismo nos salva.