Ser mexicano es un juego de azar. En el enorme espectro de diversidades y posibilidades, nunca sabes cómo te toca representar a este inmenso país. Especialmente porque tenemos 32 estados ultra distintos, 68 idiomas, miles de colores e infinitas culturas de las que eres parte en mayor o menor medida.
Sin embargo, una identidad tan elusiva, cambiante y variada como la mexicana tiene que buscar de dónde agarrarse para poder afirmar su propia existencia. Así que nunca faltan los rasgos esterotípicos y los clichés, que casi adquieren un carácter sagrado entre las familias, sobre todo, las que son atravesadas por la "binacionalidad".
Es el caso de muchas familias chicanas que, empapadas de la también compleja cultura estadounidense, buscan, a como de lugar, rasgos a los cuales anclarse para poder decirse mexicanos. Y es que, cuando se trata de identidad, ¿qué tanto se podrá estirar la liga, sin perderse?
Un poco de esto retrata de forma super ingeniosa, divertida y entrañable "Pozole" (2019), un cortometraje dirigido por Jessica Méndez Siqueiros, chicana y vegana.
Pozole, un entrañable corto sobre ser chicana y vegana
Buscando reencontrarse con el lado mexicano de su identidad, Maia, una chica con identidad binacional, pero que apenas habla español, visita a su familia mexicana en el cumpleaños de su abuelita y, por supuesto, todo sale chistosamente mal. La pieza tiene tintes auto-reflexivos, pues —como su personaje— Jessica Méndez había conectado poco con su lado "latino" y con la forma en que los rasgos personales de su propia identidad la alejan de "lo mexicano".
Desde su visión, no saber español y, sobre todo, ser vegana son casi pecados mortales a los ojos de una familia "tradicional mexicana", que, por supuesto, pone la carne y el maíz al centro de la dieta y las ganas enormes de hablar y echar el chisme constante como eje central de la conexión social.
Como ella lo explica: para la comunidad chicana, no hablar español y no comer carne es "un asunto más grave, porque hay una sensación de pérdida si decides dejar ir algo que es tan culturalmente importante."
En el corto, la noticia de que Maia "la gringa" es vegana, genera tanto shock que termina por matar a la abuela y eso provoca un caos tremendo entre los otros tíos, tías y primos que salen a escena. Con este panorama frente a ella, Maia debe decidir si aflojar un poco su identidad personal —por lo menos por un rato— para acercarse a su familia o alienarse. La conclusión es brillante y preciosa.
Aunque, lentamente, la industria cinematográfica comienza a abandonar los clichés sobre la mexicanidad, aún queda mucho trabajo por hacer. "Pozole" es muy ingenioso en ese sentido: los clichés no son gratuitos, sino que develan lo frágil que es en realidad la identidad nacional y lo mucho que necesita estas anclas para definirse hacia el exterior. Por otro lado, la composición visual es preciosa y sin duda, cada detalle recuerda a México porque provoca cierta nostalgia.
Además, que Méndez se haya inspirado en la cinematografía de Wes Anderson para generar sus encuadres y colorear la fotografía, es otro punto a favor: nos dice que se quiere tomar en serio esta narración y la vuelve personal: está hablando del otro, mientras se narra a sí misma; en lugar de hablar de lo mexicano con un tono visual "folklorizado", como hacen muchos otros.
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"Pozole" es para disfrutar y compartir, como una buena comida familiar, con sus dramas, sus risas, sus enojos y cuestionamientos sobre la propia identidad y pertenencia: