México es un todo fragmentado que se desdobla ante las subjetividades que alberga, revelando sus personalidades múltiples. Te acercas y lo descubres, capa por capa, concentrándote en aprehender profundamente algún detalle. Aún así, no puedes dejar de percibir, simultáneamente, la suma —apenas ensamblada por un frágil andamiaje— de esta realidad mexicana, enrevesada, caótica. Luces y sombras; colores brillantes; vapores ominosos de copal, neblina y humo: así se pinta México. A veces nos engaña con aparentes simetrías, pero luego vuelve a aparecer desnudo, en su elegante dislocación.
Estas figuras de un México honesto o, como dijo Octavio Paz, de "Esta mexicanidad —gusto por los adornos, descuido y fausto, negligencia, pasión y reserva" es lo que encuentra el ojo vagabundo del fotógrafo Alex Webb. Su trabajo, que retrata instantes callejeros del México contemporáneo —entre 1975 y 2007— consiste en desequilibradas composiciones, de múltiples planos, que representan con fidelidad la vida cotidiana mexicana.
Los instantes espontáneos exhibidos en las fotografías administran la visualidad de forma surreal, lo que hace a quien mira la foto preguntarse si acaso la imagen es un engañoso montaje, casi como un collage o tal vez una escena planeada. Sin embargo, la honestidad que emana de los personajes, sus posturas, sus miradas y actos, posicionan el trabajo de Webb en el terreno del documental o el fotoperiodismo.
Tantas cosas acontecen en los diversos planos de sus imágenes que, el gusto que nos deja, sabe parecido a la experiencia de transitar el espacio público mexicano. Webb nos hace testigos de una intimidad que sólo nos permitimos cuando estamos en la calle, frente a quien no nos conoce y, posiblemente, no nos vuelva a ver. En estos momentos simples, lo crudo —no violento o lastimero, sino poco trabajado, "en bruto"— se vuelve extremadamente bello.
Pocos son los que encuadran el momento fotográfico con tanta precisión, plasmando la complejidad visual de la calle mexicana, su espontaneidad y ritmo apresurado. Además, su diversidad, sus puntos de encuentro y desencuentro. En el trabajo de Alex Webb resalta, especialmente, el dulce sabor que deja encontrarse con un instante tan relevante, entre las cualidades de un espacio que aparenta no serlo. Cada foto, al final, se convierte en metonimia de ese objeto de mil caras que se desdobla y es México.