Las pinturas de Frida Kahlo generan fascinación por su estilo, altamente propio y auténtico, pero quizá mucho más por la vida que llevó esta mujer y lo enigmática que su persona resulta para muchísimas personas.
Kahlo supo sobrellevar el sufrimiento en su vida desde muy temprana edad (tanto físico como emocional) y en sus pinturas (más allá de una intención surrealista) se apoyó para soportarlo, incluso para entenderlo.
Cada una de los pinturas de Kahlo muestra un escena íntima sobre su propia psique, quizá más que en la obra de otro artista. Sus sueños rotos, los cumplidos, sus propias carencias o virtudes, todo ahí lo plasmaba.
Por ello quizá las pinturas de Kahlo se presentan como una extensión de ella misma y también por este motivo, tal vez, es que sus pinturas sean cada vez apreciadas y valuadas más alto.
En 2006 Frida había sido ya declarada como la artista más cotizada de América Latina cuando su obra Raíces fue subastada en 5,6 millones de dólares. Casi diez años después, no fue desfalcada por otro artista, más que por ella misma. En estos días Dos desnudos en el bosque (La tierra misma) en una subasta en Christie’s en Nueva York fue vendida a 8 millones de dólares. Con lo anterior se consolida su importancia como artista plástica. Más allá de enarbolar un mercado que podría ser cuestionable, Kahlo es como un imán que despierta interés mundialmente y aún en los circuitos más alejados del arte.
Raíces
Dos desnudos en el bosque (La tierra misma)