Los mexicanos vivimos el desamor como una desgarradora experiencia en la que nuestras almas se embriagan con la (des)esperanza y el dolor. A diferencia de otras culturas, nosotros aprendimos a ahorrar las penas con la aguardientosa voz de las rancheras, como un intento en vano de mandar al olvido el ardor de nuestras entrañas despechadas.
Los expertos dicen que ninguna experiencia derivada del apabullante desamor se vive de la misma manera; ningún despecho se canta con el mismo sentimiento ni se calla con el mismo silencio. Y mucho menos si el orgullo se queda en el olvido ante los cantos de Chavela Vargas, cuyas interpretaciones dignifican el pesar de nuestras pasiones.
Ella, con una parte brava y macha, trascendió con desgarro las rancheras, boleros, corridos revolucionarios y tangos. Sus canciones lograron entonar los sentimientos de una feminidad única, honda y mortal, pues Chavela Vargas fue la mujer que se arriesgó todo por ser ella misma en una sociedad de hombres.
Fue la mujer que vivió las costumbres de los hombres de su época –fumando tabaco, embriagándose constantemente y desahogando sus enojos en las fiestas–; que combinó los adjetivos genéricos para saltarse las reglas establecidas a través de su estilo de vida y su canto.
Si bien ella nació en Costa Rica, su amor a su país adoptivo la convirtió en la dueña de un chavelismo mexicano –en donde los recuerdos y el arte la cobijaron desde sus 17 años–. Fue amante de su "México lindo y querido", ahijada de José Alfredo Jimenez, amiga de Diego Rivera y Frida Kahlo, Agustín Lara, Tomás Mendez, Álvaro Carrillo, Cuco Sanchez, Facundo Cabral, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Victor Manuel, Juan Gabriel, Sara Baras, Eugenia León, Lila Downs, Carlos Fuentes, Pedro Almodovar, Alejandro Iñárritu, Carlos Monsiváis, Pedro Infante, entre otros.
Este cobijo del mundo artístico le brindó la oportunidad para ser condecorada como distinguida en la ciudad de México (2009), galardonada con un Grammy Latino (2007), Dama Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica (2000) y la Medalla de Oro por la Universidad Complutense de Madrid.
Y a pesar de su fogosa personalidad, Chavela Vargas conquistó el corazón tanto de hombres como mujeres desde el desamor y la desesperanza o la empatía y comprensión mutua del dolor. De hecho, ella, al imponerse en un mundo de hombres, dejó un legado como sobreviviente de la fama y el alcohol; como si quisiera transmitir su aguerrida pasión por la vida. Su voz se convirtió en un lenguaje universal de las emociones a través del arte, sexo y género.
Imágenes: 1) El Informador / Jorge Adrián Rangel Aguirre;