La disposición de los edificios en las ciudades mesoamericanas tenía un sentido generalmente asociado a los astros, sin embargo pocas veces se habla de un elemento orográfico de importancia que influyera en la orientación de las ciudades.
En los años setenta fue descubierta en Teotihuacán (ya de por sí un misterio en sí misma) una cueva que subyace a la gran Pirámide del Sol. Los estudios han encontrado que esta cueva natural fue un centro de adoración unos 800 años antes de la construcción de la ciudad. Luego, cuando fue construida la pirámide, se hizo en relación a esta cueva intervenida con cuatro cámaras que hacen una flor de cuatro pétalos.
Al ser construida la pirámide en relación a esta cueva, el diseño de la totalidad de la ciudad tuvo también que ver con esta cavidad natural donde se habían hecho adoraciones desde casi 1000 años antes.
La flor que hace la cueva está representada en otras alusiones artísticas teotihuacanas y representa la diosa madre Xochicalli, que es representada como una cueva con agua. Por su parte, el nahui ollin, el quinto sol azteca, que significa la era que ahora vivimos, también es una flor de cuatro pétalos.