Todos lo hemos escuchado alguna vez, "el arte sana". Pero, ¿qué tan cierta es esta premisa?. Un notable caso en una comunidad marginada de Oaxaca, a 16 kilómetros de esta ciudad, ha sido retomado por medios internacionales, conmovido a cientos, y de paso a corroborado la premisa con la que iniciamos este párrafo.
En 1980 el gobierno municipal abrió un basurero. El sitio fue habitándose por personas con escasos recursos y hoy ahí viven hasta 13 mil personas. La zona es famosa por los altos niveles de marginación y criminalidad, pero una escuela de música ha esparcido sus milagrosos efectos desde 2011.
Una iglesia católica local abrió, como parte de un programa de prevención de la violencia, una escuela de música. El primer año 25 estudiantes aprendieron a leer música, aunque no tenían instrumentos y hacían solo juegos de “tambor” con las sillas y muebles. El líder del proyecto es Camerino López, un clarinetista de la región zapoteca de Oaxaca.
La historia cambió cuando Isabelle de Boves, una francesa que visitó a su tía monja que vivía en la comunidad, conoció la escuela. Al ver tan entusiasmados a los estudiantes, consiguió más de 20 instrumentos entre conocidos y parientes para mejorar la escuela.
Hoy esta escuela tiene más de 100 estudiantes, y se ha convertido en un motor que genera comunidad entre los habitantes. Ha formado a músicos como Florida Velásquez, de 15 años, que consiguió una beca en la en la prestigiada escuela de música indígena Cecam.
Se trata de un ejemplo fehaciente del rol del arte en la generación de lazos y sentido en la vida de muchas personas, y de cómo un proyecto, pequeño y humilde, puede cambiar historias de vida. ¿A ti qué se te ocurre?
*Imágenes:
Ginnette Riquelmeç/ The Guardian