Al haber vivido muchos años en un país a veces se ignoran las joyas y maravillas que ese sitio contiene. Sólo tras el contacto con el extranjero o el contacto directo con la belleza del lugar es cuando nos damos cuenta de la fortuna que se posee, y por tanto se la aprecia, aprehende y encarna con orgullo.
Por ello, recorrer cada pueblo del país provee una sensación de identidad, de continuidad y de eternidad; pues se descubren rituales, representaciones y actos que expresan el andar trascendental de nuestros antepasados. Es como si, a través de una especie de hipnosis de lo mexicano, se tuviera la posibilidad de formar parte de la diversidad cultural y creatividad.
En especial cuando México posee –y vive– siete Patrimonios Culturales Inmateriales por la UNESCO. Para que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura considere un elemento como patrimonio inmaterial necesita entenderse como “todo aquel patrimonio que debe salvaguardarse y consiste en el reconocimiento de los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas transmitidos de generación en generación y que infunden a las comunidades y a los grupos un sentimiento de identidad y continuidad, contribuyendo así a promover el respeto a la diversidad cultural y la creatividad humana”.
Es decir que el mexicano ha mantenido vivas y fuertes aquellas tradiciones y expresiones, lo usos, rituales y festividades, los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo, las técnicas ancestrales tradicionales, que trascienden las barreras espacio-temporales. Esto lo ha convertido en uno de los países de América Latina con el mayor número de manifestaciones culturales inmateriales reconocidas por la UNESCO.
A continuación te compartimos la lista de los siete Patrimonios Culturales Inmateriales de México, así como una descripción de cuándo y en dónde los puedes presenciar.
El Mariachi, música de cuerdas, canto y trompeta. En la ciudad de México, es fácil encontrar mariachis en la Plaza Garibaldi, al norte del Centro Histórico de la ciudad de México, en el barrio de la Lagunilla. Esta plaza es mundialmente reconocida por sus grupos de mariachis, grupos norteños, tríos románticos, entre otros.
La tradición gastronómica de Michoacán cocina tradicional mexicana, cultura comunitaria, ancestral y viva. Michoacán, lugar de pescadores, enviste su cocina con artes de barro, textiles, deshilados. Se trata de un elemento que une a la familia para brindar una identidad cultural única y deliciosa. Estos son algunos de sus platillos:
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La pirekua, canto tradicional de los p’urhépechas. Es un canto de las comunidades indígenas p’urhépechas del estado de Michoacán, el cual resulta en una mezcla de influencias africanas, europeas y amerindias y con variaciones regionales en 30 de las 165 comunidades p’urhépechas existentes. Pirekua significa en p’urhépecha “canción”, y se cantan en esta lengua nativa intercalando con el castellano. Por lo general, los temas de las canciones rodean la nostalgia sentimental y el carácter noble.
Los parachicos en la fiesta tradicional de enero de Chiapa de Corzo. Son danzantes tradicionales de la Fiesta grande de Chiapa de Corzo, en Chiapas, la cual se celebra del 15 al 23 de enero de cada año. Durante estos días, el pueblo se llena de música, danza, artesanías, gastronomía, ceremonias religiosas, entre otros divertimentos. Se cuenta que esta festividad tiene origen desde la época prehispánica, sin embargo los datos registran que la tradición data del siglo XVII, con la llegada de la imagen de San Sebastián Mártir a la Villa real de Chiapa o Chiapa de los indios.
La ceremonia ritual de los Voladores. Ritual religioso, culto a la fertilidad o sacrificios gladiatorio, el rito de los voladores de Papantla se remonta al Periodo Preclásico Medio Mesoamericano. En la actualidad sobrevive entre los nahuas, totonacos de la Sierra Norte de Puebla y el Totonacapan veracruzano. De acuerdo con los registros antropológicos, el ritual se asocia con la fertilidad en donde cada uno de los danzantes representan los cuatro puntos cardinales, mientras que el descenso de los mismos simboliza la caída de la lluvia.
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Lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-chichimecas de Tolimán: la Peña de Bernal, guardiana de un territorio sagrado. En el lado desértico del estado de Querétaro, el pueblo otomí-chichimeca ha conservado un conjunto de tradiciones dentro del triángulo simbólico que conforma la Peña de Bernal y los cerros del Zamorano y el Frontón. Año con año, los otomí-chichimecas se reúnen para ir en peregrinación a las montañas sagradas llevando cruces milagrosas para impetrar a la lluvia y la protección divina, para venerar a sus antepasados y exaltar la identidad y continuidad de su comunidad.
Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos. El Día de muertos, una de las prácticas más importantes de las comunidades indígenas, se presenta a finales de octubre y principios de noviembre. Este periodo marca realmente el final del ciclo anual del maíz. Se cree que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, las familias esparcen pétalos de flores y colocan velas y ofrendas a lo largo del camino desde la casa hasta el cementerio. Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos están arraigadas en la vida cultural de los pueblos, no sólo fusionando ritos religiosos prehispánicos y fiestas católicas, también resultando en una visión del mundo única y creativa.
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Y finalmente, el último gran patrimonio inmaterial que fue reconocido en septiembre de 2017, La Charrería, una de las practicas mexicanas que han recorrido el mundo. Ésta consta no sólo de música (en forma de canción popular), sino que es toda una forma de vivir. Por ello es que ha sido símbolo perenne de nuestra cultura, siendo el cine su principal escaparate, donde grandes figuras como Jorge Negrete la han inmortalizado.
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