En tiempos de aislamiento, no hay mejor actividad que ponerte al día con tu lista de lecturas. Sumergirte en otros mundos y otras mentes puede ayudar a mitigar el contacto social reducido. Navegar a través de las palabras de los grandes poetas, o recorrer las calles de pueblos literarios icónicos tendrá como efecto que las horas se pasen más rápido, que tus ojos observen con renovado interés y curiosidad su entorno. Para ayudarte a lograrlo, te traemos una lista de 7 libros clásicos mexicanos para leer durante la cuarentena.
Al hacer una lista de este estilo, es imposible dejar a todos satisfechos. Seguro dejamos de lado obras que otros no habrían dudado en poner. Sin embargo, si bien nos enfocamos en los clásicos, intentamos evitar los libros más comúnmente distribuidos, que seguramente todos leyeron en sus años de secundaria o bachillerato, como Las batallas en el desierto o Pedro Páramo. Nuestra aspiración es que esta lista de libros clásicos mexicanos incremente tu acervo de literatura nacional, y que te encuentres algunas joyas en el camino.
Recuerdos del porvenir, Elena Garro
Comala puede ser el pueblo ficticio más famoso de la literatura mexicana, pero el que le sigue es, sin duda, Ixtepec. Las calles empedradas y abrasivas de este pueblo sureño, de localización indeterminada, son icónicas. La sola mención del nombre evoca a personajes inmortales como Francisco Rosas, Julia Andrade o Isabel Moncada en la mente de sus lectores. La característica más bella y más particular de Recuerdos del porvenir es que el narrador es, precisamente, Ixtepec. Narra, con cierta melancolía, las vicisitudes de sus pobladores a través de un convulso México post-revolucionario. Los romances del general Rosas, militar déspota que se ha apropiado del pueblo, son la constante en la vida de los vecinos. Ellos viven a través de Rosas y de sus amantes, en un Ixtepec suspendido en el tiempo, enclavado entre su presente y su futuro. Las imágenes que Elena Garro conjura con su pluma hacen de Los recuerdos del porvenir un poema hecho novela.
Las grandes lluvias, Eraclio Zepeda
La tetralogía de los elementos de Eraclio Zepeda, consumado narrador y poeta chiapaneco, es de las más aclamadas por la crítica moderna. A través de cuatro libros y cuatro elementos, explora nuestro país durante casi cien años, siguiendo las vidas de los integrantes de la familia Urbina. Las grandes lluvias es la primera entrega, ambientada en el México post-independentista, donde las viejas clases feudales acomodadas comienzan a sentir las convulsiones de un país en constante transición. Ciudad Real, ahora San Cristóbal de las Casas, es donde nos adentramos en la vida de la sociedad chiapaneca de la época, profundamente marcada por la división entre los criollos adinerados y los indios pobres. La protagonista es Juana Urbina, una joven que, a través del amor, la muerte y la adversidad, sale del manto protector de su padre y se forja una vida, una familia y un legado imborrables. Todas sus peripecias están marcadas por el clima impredecible de Chiapas, azotado por lluvias torrenciales e inundaciones que reflejan la vida de sus habitantes. Si te picas, acá están las secuelas: Tocar el fuego, Sobre esta tierra y Viento del siglo.
El llano en llamas, Juan Rulfo
Todos conocemos a Pedro Páramo, el prototipo de la novela mexicana. Sin embargo, Juan Rulfo era también un excelente cuentista. El llano en llamas es una colección de relatos que fungen como una crónica biográfica y geográfica de México. El sur de Jalisco, tierra nativa del escritor, es la región en donde se desarrollan sus fantásticas y desgarradoras historias. Las lomas polvorientas, los cerros melancólicos y hostiles y los largos caminos de tierra que conectan a cada pueblo con el siguiente son una constante, a veces asfixiante, a lo largo de todo el libro. Su prosa inmaculada se vuelca en personajes tan verosímiles como increíbles, utilizando un léxico popular que no hace sino agudizar la sensación de que estamos inmersos en sus cuentos. Los diálogos son descarnados, directos y dolorosamente reales. Como dice el propio Rulfo: "la gente allí no habla de nada". Una vez que comiences a leer, no te despegarás del libro hasta terminarlo.
Balún Canán, Rosario Castellanos
Junto con los libros de cuentos de Eraclio Zepeda, como el incomparable Benzulul, Balún Canán es de los pilares de la literatura indigenista en México. Al igual que Eraclio, Rosario Castellanos entreteje la relación antagónica entre indios y blancos en sus narraciones. No es de sorprender que Rosario Castellanos se criara en Chiapas, uno de los estados donde esta relación es más marcada. Tiene muchos tintes autobiográficos, ya que la narradora de dos partes de la novela es una niña de siete años, hija de terratenientes. El trato inhumano que reciben los trabajadores indígenas, los abusos de los dueños de las haciendas, los brotes de violencia y el reparto agrario impulsado por Lázaro Cárdenas son acontecimientos que permean los acontecimientos de la novela. La historia se hace incluso más real cuando tomamos en cuenta que la propia autora vio muchas de estas cosas con sus propios ojos. Sus palabras, aunque muchas veces desgarradoras, son de una belleza singular, y dibujan una vívida recreación de la vida rural y de las costumbres de la época en México.
Los de abajo, Mariano Azuela
La novela por antonomasia de la Revolución Mexicana. La lucha de clases y la devastación ocasionada por una guerra son ilustradas con maestría por la pluma de Azuela. Comenzamos siguiendo a Demetrio Macías, un campesino que acabó metido en el alzamiento revolucionario debido a un conflicto que tiene con un cacique. El libro pinta de manera precisa cómo el grueso de la población mexicana fue empujado a participar en un conflicto que rebasó las individualidades. Una enorme cantidad de campesinos se vieron obligados a luchar, ya que el ejército comenzó una campaña para sembrar terror, intentando salvaguardar los intereses de la decadente clase feudal de México. Los de abajo ofrece un panorama devastador, en donde los combatientes, más allá de estar pensando en grandes planes o de tener grandes ideales que guían sus acciones, simplemente intentan sobrevivir y proteger a los suyos. El instinto rechaza a la razón y se impone sobre las causas aparentemente loables de una Revolución que no logró sino escindir y destrozar más a un país que, de por sí, ya se tambaleaba.
Cuentos reunidos, Amparo Dávila
Las últimas dos entradas de nuestra lista de libros clásicos mexicanos son colecciones. El primero es una compilación de cuentos de Amparo Dávila, escritora zacatecana. Su obra es de las más elogiadas entre los cuentistas mexicanos y latinoamericanos, y no sin razón. Sus narraciones se desprenden de situaciones aparentemente cotidianas, pero que poco a poco se tuercen y se convierten en sueños o en pesadillas. La construcción de sus personajes constituye un verdadero estudio de la psique humana, que nos lleva por sendas inciertas y vueltas inesperadas, dándonos un buen susto de vez en cuando. Su exploración de trastornos mentales y emocionales es impecable, sobre todo al manejar temas escabrosos como el miedo, la soledad, la muerte y la locura. Cuentos reunidos incluye las siguientes obras: Tiempo destrozado, Música concreta, Árboles petrificados y Con los ojos abiertos.
Poesía en movimiento, Antología
Finalmente, llegamos a la colección definitiva de poesía mexicana. Si bien puede no ser la más extensa, sí es la más interesante. El comité seleccionador está conformado por nada más y nada menos que Homero Aridjis, José Emilio Pacheco, Alí Chumacero y Octavio Paz. Este último escribió el prólogo, el cual es un magnífico estudio literario en sí mismo. Lo que hace a Poesía en movimiento tan único es la manera en que está construido. Los seleccionadores se basaron en la premisa que todo arte, y especialmente la escritura y la poesía, es un ente lejos de ser estático. La poesía es el acto de jugar con el lenguaje y experimentar con él, dilatando sus límites y estableciendo asociaciones que pudieran parecer inconcebibles. Más aún, la poesía se redefine cada vez que alguien la lee: el lector forma parte del juego del autor, ya que interpreta el poema según sus referencias y sesgos. Además, los poetas de antaño se leen de manera diferente cuando uno los compara con los poetas contemporáneos, quienes leyeron la obra de sus antecesores y edificaron sobre sus cimientos. Por ello, en el libro los primeros son los poetas jóvenes, ya que Paz afirma que el futuro define al pasado, y no el pasado al futuro, como usualmente se cree. Aquí una probadita:
Qué península azul, qué bamboleo
es la llama internándose en la noche
rodeada de negror y en todas partes
sin embargo tan pálida y altiva
y fija y ya serena
y como muerta.
Fragmento de: Nada altera el desastre…, de José Emilio Pacheco.
Más material de lectura: Monstruos mexicanos, un precioso (y espantoso) libro de folclor nacional.
*Imagen destacada de: Juan Rulfo