Los cenotes, término derivada de la palabra maya dzonoot (hoyos de agua), surgieron durante los pulsos glaciares del Pleitoceno, cuando el nivel del mar disminuyó. Sobre su origen hay dos hipótesis: la combinación entre las cámaras subterráneas de roca caliza, característica de los suelos de Yucatán, y el transito de agua dulce y salada que recorre su fondo; o el impacto del meteorito de 9 kilómetros que hace 65 millones de años exterminó a los dinosaurios y que dio origen al cráter de Chicxulub.
Los cenotes fueron usados por los antiguos mayas como escenarios de ceremonias sacramentales. En ellos se realizaban ritos para matizar la furia de Chaac, deidad acuática y patrono de la lluvia, que consistían en arrojar niños menores de 11 años a sus aguas. Pero no solo se sacrificaban seres humanos, también se ofrendaban felinos y perros, estos últimos ayudaban a transitar a los individuos hacia el Xilbalba, ese mítico lugar para los mayas donde moraban sus dioses. Además, se han encontrado aquí vasijas, máscaras de jade y artículos diversos y valiosos que atestiguan el gran significado que estos lugares guardaban para los mayas.
Actualmente los cenotes son una puerta hacia otro mundo: el del ecoturismo que hace descender a los visitantes hasta sus entrañas. También se han popularizado como sede de festivales de música electrónica, que reciben jóvenes que celebran por medio de la psicodelia tardía la entrada de la humanidad a una era, el post 2012.
Consciente o no, esta horda de jóvenes exploradores se divierten al margen de los rituales antiguos para edificar uno nuevo: el baile frenético en los bordes de los cenotes que llega hasta altas horas del amanecer. Negocio no solo para los organizadores sino para los proveedores de sustancias que se encargan ahora de hacer el conecte entre este mundo y el del alucín desbocado, ansioso de apreciar un poquito de la nada.
La nada como una salutación metafísica a la vacuidad del principio del milenio, "ritual" protagonizado una juventud apática que se divierte en el viaje alucinógeno pero que demerita con su actuación como agente de cambio.
Aquellos ritos que llevaban a los sacerdotes hasta las puertas del Xilbalba y que los obligaba a zambullir a los pequeños en las aguas como ofrenda al lugar de donde manaba la vida, los cenotes, ahora se han convertido en escenografía de las "fiestas salvajes"; el nuevo sacerdote ahora es devenido en un personaje pagano, el Dj; y la inmersión en sus aguas no es consecuencia de ningún sacrificio en cambio es producto de una ansia por la experimentación a ultranza de una sociedad de consumo que le dice a sus usuarios: puedes pagarlo, entonces puedes hacerlo todo.