El colectivo Los ingrávidos está aquí para recordarnos que hay formas de contraponerse al mundo autorizado, desde el arte.
Aunque sí abordan temas políticos directamente, gran parte del material logra algo absolutamente genial: hacer arte político sin ser temáticamente político. Cada pieza es tan enigmática como delicada y, así, el trabajo de la interpretación queda del lado del espectador. Muchas veces esperamos que nos expliquen exactamente qué quiere decir una pieza artística, pero olvidamos que, al final, de lo único que no podemos escapar en esa interacción es de nuestra propia mirada. Con Los Ingrávidos tenemos una experiencia que se desdobla en forma de binomio: una refiere, directamente, a nuestra propia experiencia, mientras que la segunda apela a un contexto más general sobre la intención de la pieza.
El nombre del colectivo hace un exquisito símil con el contenido que producen: cuerpos que no están sometidos a la gravedad, que son tenues como la gasa o la niebla. Esa ligereza, sin embargo, no implica una falta de profundidad. Los Ingrávidos nace de la inquietud por desarticular la gramática audiovisual latente en la estructura de la comunicación política y de medios de comunicación masivos; es una apuesta contra el corporativismo estético-televisivo y hasta cinematográfico.
Manifiesto
El lenguaje audiovisual que circula sin obstáculos en el mundo autorizado refuerza, una y otra vez, mensajes que apuestan por una forma de vida, por una forma de ser sujeto. Así se administra el campo perceptivo social y se deja fuera todo aquello que no empata con los ejes discursivos que llevan la batuta. Desde ese espacio de enunciación, Los Ingrávidos se posicionan en su manifiesto. Aquí un fragmento:
¿De qué medios disponemos para desenmascarar la transferencia y el encubrimiento de los conflictos y las contradicciones que la inmediatez "neutralizada" implica?
Convocamos pues a la ostensible degradación de la comunicación televisiva. Hacer inoperante cualquier mensaje "original" y "tradicional" a través de la inducción de distintas semiologías. Destituir el sentido de su discurso interviniendo la gramática de su lenguaje, inocular el des-entendimiento, el tartamudeo y la ecolalia. Hacer ilegible el contenido preferente que su perorata habría de comunicar.
Una estética generalizada por desquiciar:
Hay que destruir la pseudo-poesía, toda ella fallida, que el imperio televisivo reivindica.
Hay que destruir el ritmo de sus vacuos ralentíes.
Hay que destruir la horrible nitidez de sus cámaras millonarias. Hay que sincopar y desfasar.
Hay que sobreponer el ojo enfermo que soporta su colorimetría.
Hay que convertir en ruido su millonaria propaganda.
Hay que someter a continua destrucción la gramática audiovisual de Televisa Tradiciones.
Hay que demoler la inmediatez neutralizada que el frívolo romanticismo de sus imágenes suscita.
Hay que plantear la des(re)conexión sistemática de las imágenes y los sonidos.
"Cuando los gobiernos nos invaden con su enorme maquinaria de burocracia, guerra y medios de comunicación de masas, sentimos que la única manera de preservarnos es animando nuestro sentido de rebelión y desobediencia, incluso si debemos pagar el precio de la mera anarquía y nihilismo. Todas las ideologías públicas, valores y modos de vida deben ser puestos en duda, atacados".
-Jonas Mekas, 1962.
Si quieres conocer más del trabajo de Los Ingrávidos (Tehuacán, México), puedes seguirles en Twitter (@zonaingravida) o ver sus piezas en Vimeo.
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